Narrador de la ciudad

Carlos Fong

Autor: Daniela Truzman
Foto: Gustavo Ledezma

Carlos Fong es un narrador oral. Un cuentacuentos que tiene más de 20 años trabajando en el Instituto Nacional de Cultura, ahora Ministerio de Cultura. Con sus palabras es capaz de cautivar a niños y adultos y conducirlos a través de historias maravillosas. Procura incluir conceptos como la cultura ciudadana, la solidaridad y el trabajo en equipo. También es autor. De hecho, con la novela corta Aviones dentro de la casa ganó la tercera versión del Premio Sagitario Ediciones, ha escrito dos libros de ensayos, dos libros de cuentos y ha participado en varias antologías.

¿Cuándo descubrió que tenía esta habilidad para narrar historias?

Como a la mitad de la década del 90, fui a un taller del poeta Héctor Collado, que en ese tiempo contaba muchos cuentos y allí me gustó la cuestión, pero era muy malo. Practicando y practicandouno va abriéndose camino. He narrado historias en casi todo el país, me falta Guna Yala pero he ido a muchas partes de Panamá, y a nueve países. Yo trabajo en muchas comunidades campesinas, indígenas, pero también he trabajado mucho por aquí mismo en la ciudad, en San Felipe, en El Chorrillo he trabajado en San Miguelito, barrios así.

¿Cómo hacer para preservar una tradición tan antigua como la narración oral en estos tiempos modernos?

Nosotros manejamos una noción que se llama “el valor social de la palabra”, hacer que la gente vuelva a sentarse para conversar y la única forma de rescatar nuestra tradición oral, nuestro patrimonio intangible y todo lo que tiene que ver con el folclore literario que son los cuentos, las leyendas, los mitos, es sentarse con la gente a echar cuentos.

¿Qué característica tiene que tener un buen narrador?

Lo primero que tiene que tener una persona que quiera contar cuentos es un amor muy profundo por la palabra y creer en el poder que pueden tener las historias y que la palabra puede hacer cambios en la gente.

¿La cultura sirve para reinsertar socialmente a las personas?

He trabajado en La Joya y en la cárcel de mujeres acá en Panamá. Con los hombres fue una experiencia muy buena a pesar de que los talleres fueron muy cortos. En el caso de la prisión de mujeres también tuve una experiencia bien bonita. Allí hice muchas cosas, trabajamos creatividad literaria, hicimos un libro de poesía y también formé un grupo de narración oral con mujeres, mujeres cuentacuento. Ellas llegaron incluso a contar cuentos en la Feria del libro.
La cultura metafóricamente hablando es una herramienta de cambio, cambia a la gente, pero para que funcione tienen que ser procesos, es un trabajo constante, de darle y darle hasta que logres algo y a veces en un lugar en donde tú has trabajado con grupos, si acaso sale uno que cambia y eso es suficiente.

¿Cómo es la Panamá que sueñas?

Me conformaría con una ciudad donde se pudiera respirar la cultura pero a gran escala. Que se sienta como Medellín, incluso un poquito más. Que nuestros museos, nuestros espacios públicos sean lugares en los que cuando se está allí uno no se quiere ir. En Ecuador estuve en un parque en el que la música sale de los árboles y yo decía: “¿qué es esto?”, y era que la alcaldía había puesto bocinas entre los arbustos. Entonces las luces, las fuentes, el mismo parque eran un lugar mágico. Ojalá hubiera un espacio así en Panamá, que uno sintiera la cultura en todas partes. Mi ciudad es una ciudad cultural, ojalá dentro de 20 años, si todavía estoy, podamos ver eso, una ciudad donde se respire mucha, pero mucha cultura.