Leer lo que hemos sido

Carlos Wynter

Autor: Moisés Jurado Briceño
Foto: Pich Urdaneta

Wynter es un escritor que se ha hecho a su manera, desde su propia visión de mundo. Nació en la ciudad de Panamá y terminó sus estudios literarios en la Secretaría de Cultura de Jalisco, en Guadalajara, México. Fue galardonado con el Premio Nacional de Cuento “José María Sánchez” en el año de 1998, recibió el tercer lugar en el Concurso de Cuento “Ignacio Valdés” del año 2005 y obtuvo una mención honorífica en el centroamericano “Rogelio Sinán”, versión cuento, en el año 2010. En el 2007 fue elegido como uno de los 39 escritores menores de 39 años en el marco de “Bogotá 39”, de la Secretaría de Cultura de Bogotá. De su trabajo como editor destaca el de la revista “Letras de Fuego” del periódico La Estrella de Panamá; también está la creación de la “Fundación para la Gestión del Arte” y la editorial FUGA en el año 2010. Hoy en día dicta talleres privados de narrativa, donde expone su conocimiento a jóvenes panameños que intentan comenzar a escribir.

¿Cómo relaciona sus inicios en la literatura con haber nacido en la ciudad de Panamá?

Por mi parte siempre tendré el recuerdo de la ciudad de antaño en la que crecí; la ciudad de los caminos de tierra y la tranquilidad. Una ciudad que ha crecido muy rápido, pero que antes era muy calmada, algo que siempre he valorado. Yo crecí cerca de un río, con árboles, me ensuciaba; podía estar con mis amigos horas hablando en la calle donde vivía. Recuerdo que leía, leía pero no encontraba un eco. Nunca pensé que en Panamá se podía hacer algo serio con la literatura. No fue sino hasta el momento en que estuve estudiando fuera de mi país que me di cuenta de lo que soy como escritor. Uno funciona como identidad desde la diferencia, como cuando alejas tu mano y ves las líneas de la mano. Por fortuna tuve amigos que me guiaron, y me llevaron a comprender lo que creo fue siempre algo azaroso: mi cercanía a la literatura. Comencé a escribir por un gusto muy intrínseco, la literatura me gusta por la literatura misma, nunca me preocupé por premios o reconocimientos, solo el hecho de inventar historias. Desde allí no me he separado más. Después de poder ver en otras latitudes cómo funciona la cultura alrededor del libro entendí que la experiencia de escribir va más allá, y desde ese punto, fundé una editorial, para que otros sean publicados.

¿Cómo es esa filiación íntima con la ciudad de Panamá de antes y la evolución que ha vivido en estos años?

Yo identifico como ingrediente bien determinante la Panamá pequeña que me tocó vivir en mi niñez. Éramos un país ocupado: tal vez no muy conscientes de ello. Pero nosotros teníamos presencia de muchísimas tropas estadounidenses. No era extraño ver un soldado gringo relacionándose formalmente con una panameña.
Ellos convivían entre nosotros. Se iba construyendo identidad con esos elementos. Tú encendías la televisión en el canal 8 y veías alguien dándote las noticias uniformado, en inglés. Nosotros vivíamos un poco relajados con respecto a esto. Ya después de la invasión despertamos de una manera cruenta, hasta llegar al 2000. Hacia el 2000 fue que también crecieron los listados de ISBN. En Panamá ya desde antes teníamos esfuerzos editoriales importantes, como el de Enrique Jaramillo Levi, o el de Ricardo Ríos Torres, que empezaron a impulsar nuevas generaciones de escritores. Ya desde allí, Panamá comenzó a formalizarse en la literatura. Ahora estamos en esa encrucijada en donde, o logramos poner a nuestra literatura a un nivel que se comunique con todo el mundo, o nos rendimos ante ciertas dificultades. Yo creo que va a ser lo primero.

¿Cómo es la Panamá que sueña?

Me gustaría una Panamá de más espacios sociales, que no se deba pagar la cultura, que sea un bien público, porque la cultura es un derecho. Que la gente que no tiene recursos pueda ser feliz en un espacio de libertad creativa. Yo creo en la universalidad, que los panameños se vean como seres humanos completos, ese espacio bolivariano, en el sentido de unión de los pueblos con igualdad de condiciones.