Las deudas con el arte y la cultura son deudas con la sociedad

Arturo Wong

Autor: José María Torrijos Legazpi
Foto: Eduardo Molino

Involucrado en todas las facetas del arte teatral (director, dramaturgo, productor y actor), también es docente, y gestor cultural. Ganador del Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró; se ha destacado por su arte crítico y contestatario. “Tuto”, como se le conoce en el gremio teatral, analiza la realidad de una ciudad que ha privilegiado el cemento por sobre el intelecto.

Hagamos un ejercicio de memoria: ¿recuerdas cuál fue la primera actividad artística que apreciaste en la ciudad de Panamá?

No recuerdo, pero te mentiré, total, la memoria suele hacer esas cosas también. Chiquilinga, en Atlapa, de José “Pepe” Sarsanedas. Estaba muy pequeño, fui con mi mamá, y quedé perplejo con el montaje, fue algo mágico para mí. A partir de ahí, mi mamá se dio cuenta de que me gustaba el teatro porque siempre la acompañé a ver obras.

¿La ciudad de Panamá tiene su propia identidad artística?

La tiene, pero es como un adolescente. “Adolece” cosas y se niega a leer en plena formación. Entonces queda como un chiquillo malcriado que grita y, como todo adolescente, tiene una identidad cambiante, histérica, pero que ahí está: es nuestra. Creo que nos hace falta salir del cascarón de las formas: conocer, profundizar, investigar, leer, ver, y equivocarnos; atrevernos a hacerlo. En lo personal, estoy bastante podrido de esa frase que dice “apoya al artista nacional”. ¡La odio! Es como si hacer arte fuera hacer casi lo mismo que el que pide caridad.

La sociedad capitalina, ¿cómo mira al arte y al artista?

A través del sesgo. Como algo raro, excéntrico y a veces innecesario. Cuando una empresa quiere ser “cool”, dice: “compremos una obra de teatro”. Sin embargo, no hay un reconocimiento hacia el oficio. No es culpa de ellos, es que tampoco hay muchas opciones y las que hay son iniciativas privadas que hacen que las personas tengan un concepto del arte como si viviéramos en la Europa de hace dos siglos.

¿Panamá es una ciudad que cuida más la forma que el fondo?

Totalmente. Porque es parte de nuestro conservadurismo. Somos así, nos gusta que nos vendan las cosas bonitas, que se vean bien, que nos hagan reír, las mismas canciones de amor que suenen igual, las pinturas que sean vistosas y coloridas.

¿Cómo ha evolucionado el teatro en la ciudad de Panamá?

Ha evolucionado, el problema es que no tenemos una medida para comprobarlo. No hay críticos, ni historiadores, no se publican las obras. Así, ¿cómo podemos saber que ha evolucionado? Tengo entendido que en los 80 se hacía más teatro y con más contenido. Pero eso me lo dijeron. No hay nada que lo compruebe. Voy a volver a la imagen del adolescente: ya hay una generación formada académicamente (poca, pero la hay), ahora toca formar al público. Y eso es nuestra responsabilidad si queremos evolucionar como hacedores del teatro en nuestra sociedad.

¿Cómo es la ciudad de Panamá que sueñas?

Me gustaría vivir en una ciudad más tolerante y con una visión artística donde ocurran cosas importantes para todos los sectores. Que las artes no sean solo algo elitista. Pero eso solo se puede lograr con una política cultural sostenible. No digo que tengamos que ser París, pero si uno ve ciudades más próximas como Cartagena (Colombia), por ejemplo, o Montevideo Uruguay), que tienen la misma cantidad de habitantes y las cosas que hacen, te das cuenta de que hay excusas. Bien podríamos imitar sus modelos y salir del cascarón en el que estamos. Hay dinero y mucho, hay historias propias, tenemos un material en bruto para comernos al mundo, y para ser una ciudad más humana con un sello propio.