Defensora de la diversidad cultural

Alexandra Schjelderup

Autor: Daniela Truzman
Foto: Eduardo Molino

Para Alexandra la ciudad debe ser un lugar de encuentro, donde ocurran cosas que conecten a las personas. Eso hizo durante su gestión como Directora de Cultura y Educación de la Alcaldía de Panamá (2014 – 2019), desde donde lideró iniciativas pensadas para atender las necesidades culturales de la muy diversa población capitalina: el Festival Mupa, África en América, Divas del mundo, la programación de Panamá, Capital Iberoamericana de la Cultura 2019 y todos los proyectos en torno a la celebración de los 500 años de la fundación de la ciudad son ejemplos de ello. Pero su labor cultural comenzó años antes en un bar que compartía con su madre y que era, a su vez, un centro cultural; continuó mientras producía eventos; se amplificó con la fundación del Curso Anual de Apreciación Cinematográfica; se hizo fuerte cuando, después del duro golpe que significó ver engavetada la Ley para la creación del Ministerio de Cultura en 2009, se propuso dotar de herramientas al sector cultural y creó I+D en Cultura en la Universidad Tecnológica de Panamá y continúa hoy desde su anhelado Ministerio, que es finalmente una realidad. Todavía le queda mucho por hacer.

¿Cómo te convertiste en una gestora cultural?

Esto fue pasando por accidente, fui llegando a la gestión cultural después de haber sido productora de eventos culturales. Frente a las dificultades de la sostenibilidad de mis proyectos, y tratando de pensar de forma sistémica en cómo se hacía en otros lugares, llegué a las políticas públicas. Empecé siendo dueña de un bar, que era un centro cultural, Aleph Café. En él mi mamá y yo perdimos muchísimo dinero. Así que se podría decir que el inicio de mi camino fue siendo una empresaria cultural fracasada. De allí pasé a organizar una serie de eventos en el Festival de Diablos de Portobelo; apoyando a la comunidad o haciendo la Fiesta de la Música y así una serie de eventos grandes. La otra rama de la gestión cultural que me apasiona, y a la que espero volver algún día, es la formación de públicos para las artes. Trabajé mucho, específicamente en la formación de públicos para el cine. Tuve un curso que duró 12 años. Era en el cine Alhambra y luego pasó a la Universidad de Panamá.

¿Por qué es importante que el ciudadano entienda que tiene derechos culturales?

Primeramente porque son parte de los Derechos Humanos. También, es importante desde un punto de vista estratégico a largo plazo. En un Ministerio de Cultura se conjugan temas tan amplios como la paz y la competitividad de un país en su capacidad de dejar una huella en los imaginarios nacionales e internacionales. El Ministerio de Cultura es una pieza importante para el desarrollo. Los derechos culturales son un camino; porque también está la otra mirada, desde la economía naranja. A mi parecer esta se queda incompleta e inclusive puede llegar a ser una trampa, porque está muy basada en cosas que tienen retorno rápido y hay procesos culturales que se miden en 10 o 15 años.

¿Cuál ha sido el mayor aprendizaje que has tenido en los últimos cinco años?

Aprendí que creer en una política pública requiere de mucha perseverancia, de despojarse de muchas cosas y de tener mucha paciencia. Mi otro aprendizaje, digamos más macro, es que creo firmemente en que no hay nada más potente y con más potencial que una política pública para poder hacer cambios profundos. Yo de verdad creo en el Estado. Pienso que el Estado debe ser eficiente, debe rendir cuentas y debe tener a personas comprometidas ahí adentro. Cuando eso sucede es magnífico.

¿Cómo es la ciudad de Panamá que sueñas?

Una Panamá que abrace su diversidad, como algo que la hace única. Nosotros hemos convivido con relativa paz, pero hay países donde te pueden perseguir por ser diferente. Que abracemos nuestra diversidad como factor diferenciador, en eso influye también en el respeto a las personas que tienen una orientación sexual distinta, a la religión que quieran tener, a la memoria ancestral, y a abrazar la identidad que quieran tener, sabiendo que esta puede ser múltiple. Puedes ser indígena, urbana, evangélica, científica y gay. Creo que cuando entendamos que tenemos derecho a todas las posibilidades y nuestras decisiones de vida sean respetadas, seremos una ciudad más feliz.