La cultura es rentable

Rosa María Britton

Autor: Luis Burón Barahona
Foto: Javier Sucre

Rosa María Britton fue una mujer de pasiones. Por eso se dedicó a fondo a todo lo que hizo. Como oncóloga batalló sin cesar contra el cáncer; como autora escribió más de 15 libros y fue, sin dudas, una de la más importante del país; y como ciudadana encabezó el movimiento por la educación sexual en las escuelas. Falleció en la ciudad de Panamá el 16 de julio de 2019.

¿Quién la inspiró a escribir?

Comencé a escribir porque leía mucho. Vivíamos en Avenida B y por aquel entonces mi papá tenía muchos libros. Cuando estudié medicina siempre tenía un libro sobre literatura conmigo. Mi abuelo era de Chimán y comencé a escribir un cuento sobre la búsqueda de perlas. Yo dirigía el Instituto Oncológico Nacional y convocaban a muchas reuniones inútiles. En esas reuniones escribí un cuento que luego se convirtió en novela. Cuando terminé, una secretaria me lo pasó a máquina de escribir y me dijo que lo postulara a los premios Ricardo Miró. Y así comencé. Siempre escribo sobre lo que somos y lo que fuimos. Uno debe escribir sobre lo que es, lo que vive, lo que ve.

¿Cómo se convirtió en vocera del movimiento de educación sexual en las escuelas?

Empecé en ello de casualidad. Una maestra me pidió que hablara con sus alumnas y cuando comencé a hablar las maestras se molestaron y se fueron. Quedé yo hablando sola con ellas y ahí comprendí que había un problema de comunicación. Fui al Ministerio de Educación y me mandaron por un tubo. Eso fue en 1978. Aquel año, 25 % de los nacimientos eran de madres menores de edad. Han pasado más de 40 años y la cifra sigue por ahí. He hablado por todo el país, hasta quedar muda, incluso.

¿Qué hay que hacer para cambiar esa realidad?

Mientras los grupos religiosos sigan con fuerza y eviten hablar de eso, seguiremos por ese camino. Cuando comenzó a propagarse el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) en la década de 1980 pasó algo similar. Nadie quería hablar de eso, era un tabú. Solo se lo achacaban a los homosexuales. Hay que hablar de estos temas, hay que discutirlos.

¿Es difícil dedicarse a la literatura en Panamá?

Es cuesta arriba. No puedo quejarme porque a mí me ha ido bien, me leen, pero es difícil. Los libros son caros, por ejemplo. La gente lee muy poco. Entonces hay que esforzarse mucho para lograrlo. Además, falta apoyo. Aquí hay plata para todo, menos para cultura.

¿Cómo ve el movimiento cultural en la ciudad actualmente?

Se están haciendo cosas. Hace poco fui a un concierto en un parque y eso estuvo muy bueno. Me tomé unos mojitos, vi a todo el mundo y la pasé de lo más bien. Tienen que convencerse de que la cultura es rentable. Ahí está el Festival Internacional de Jazz, por ejemplo. La cultura es rentable. Pero todavía nos falta confianza en ella, como Estado.

¿Cree que esa falta de cultura se refleja en una actitud de poco respeto hacia nuestra historia?

Nuestra costumbre es darle la espalda a la historia. Hemos destruido cosas importantes. Casas que se queman y nadie hace nada, por ejemplo. No nos gusta, aparentemente. Aquí en Coco del Mar, en una casa a unas cuadras, iban a construir una piscina y encontraron un cementerio indígena. No ha sido el único. Todo eso está construido sobre historia. Y a muy pocas personas le importa eso.

¿Cómo es la ciudad de Panamá de sus sueños?

Una ciudad que no sea ruidosa. Una ciudad limpia, con aceras, que los carros no sean los reyes. Que los panameños usen los medios de transporte públicos, y que estos sean cómodos y seguros. Una ciudad con muchos árboles.