El legado del folclore

Manuel Zárate

Autor: Luis Burón Barahona
Foto: José Yau

Manuel Zárate creció en medio del folclore. Su padre, un químico graduado en Francia, y su madre, una importante literata, compartieron por años su obsesión con el folclore panameño. Investigaban todos los fines de semanas, invitaban personas a vivir con ellos, debatían hasta entrada la madrugada; en fin, un mundo en el que Manuel Zárate se sintió a gusto e incluso siguió los pasos. Siendo él un ingeniero hidrólogo, es el folclore el que lo mueve en su vida.

¿En qué parte de la ciudad creció?

Nací y crecí en la ciudad, al frente de la Universidad de Panamá. Mis padres fueron fundadores de la universidad y vivieron en un pequeño barrio que se fundó muy cerca llamado Pasadena.

¿Cómo es crecer alrededor de una obsesión por el folclore?

La marca la llevo encima. Lo que pasa es que mi papá era campesino, era muy rural. Cuando fue a Francia a estudiar observó la importancia de las raíces campesinas allá y se le ocurrió que en Panamá debía hacer algo así para preservar las raíces. En eso conoció a mi mamá, que era otra apasionada. Por ahí se funda el festival de la Mejorana.
Nosotros nacimos en medio de la investigación folclórica. Mi papá me llevaba al laboratorio a veces, pero todos los fines de semana nos íbamos a investigar. En esos tiempos se investigaba en las patronales y en las cantinas. Desde muy chicos se nos inculcó el buen trato a los campesinos, el respeto al pueblo.

¿Cómo es el folclore panameño?

La cultura folclórica es espontánea. Todavía estamos en construcción de identidad, ser panameño aún se construye. Apenas nos independizamos realmente en el 2000, cuando se fueron los estadounidenses. El peligro es que nos impongan falsos códigos, que no vengan de abajo para arriba, sino de arriba para abajo. También es que el proceso histórico de la ciudad ha sido muy complicado, con muchas olas migratorias.

¿Cómo han incidido las olas migratorias en la formación folclórica panameña?

La migración de la ciudad es una dinámica diaria por el papel de Panamá. Esta era una ciudad muy pequeña y de repente llegaban 40 mil antillanos. Eran grupos fuertes. La tamborera, por ejemplo, viene de los cubanos que vinieron por el Canal. Han sido procesos muy importantes.

¿Existe relación entre el Estado y el folclore?

El folclore es la cultura no oficial con una expresión anónima. Muchas de las coplas de hoy vinieron de España y poco a poco fueron evolucionando, los tambores también cuentan entornos. El folclore tiene una evolución propia. Dicho esto, siempre hay una cultura que se impone: es cuestión de estratos sociales. Se impone la Iglesia, las escuelas, el Estado. Mi mamá una vez iba a presentar un libro en el Instituto Nacional y quería llevar salomadores, y el rector le dijo que no. Era una caso en el que la cultura oficial no reconoció a la cultura no oficial. Son dos países que no se miran. El papel del Festival de la Mejorana es que las personas de provincias dialoguen, se conozcan, se miren, sin necesidad de que intervenga la cultura oficial. Ese fue el principal aporte de mis padres: propiciar el diálogo intercultural en el camino de construcción de nuestra identidad.

¿Cómo es la Panamá que sueña?

Es difícil imaginarla, porque ha existido una tremenda falta de planificación. Tanta, que ha sido el mercado el que ha planeado el desarrollo de esta ciudad antes que sus necesidades. Pero sueño con una ciudad con más canales para la distribución de agua, con menos despilfarro de agua, con más bosques. Una ciudad mucho mejor pensada.