Elevar la conciencia patriótica

Pedro Rivera

Autor: Mónica Guardia
Foto: Luis Cantillo

Pedro Rivera Ortega es poeta, cuentista, ensayista, cineasta y periodista. Nació en la ciudad de Panamá el 5 de enero de 1939. Estudió en las universidades de Chile y Panamá. Ganó en cinco ocasiones el Concurso Nacional de Literatura Ricardo Miró en las secciones de Poesía, Cuento y Ensayo. Su cortometraje Soberanía obtuvo el Premio de la Liga de amistad con los pueblos, en Leipzig, Alemania, en 1975. Recibió el Premio Copa Azul otorgado por la Unión de Periodistas de la Unión Soviética en 1976, en el Festival de Tashkent, por el filme Ahora ya no estamos solos. En 2005, la Alcaldía de Panamá le entregó la Llave de la Ciudad. Recibió la Condecoración Rogelio Sinán (2008), es Doctor Honoris Causa por la Universidad de Panamá (2012). También es miembro de la Academia Panameña de La Lengua (2015).

¿Cómo ha cambiado la ciudad desde sus tiempos en el Instituto Nacional?

En los años 50-60 vivíamos en una ciudad amable. Verde. Poética. Nos tomaba 15 minutos ir desde el Instituto Nacional a Pedregal. Por aquellos años se consideraba el centro de la capital al tramo de la Plaza 5 de Mayo a San Felipe. El edificio más alto era el hotel El Panamá. Desde las alturas apenas si se veía el tejado de los chalés cubiertos por las hojas árboles frondosos.
El cine era el entretenimiento por antonomasia. Se apiñaban en el “arrabal” los teatros Amador, El Dorado, Variedades, Cecilia, Tropical, Édison, Apolo y Ancón. Intelectuales, escritores y políticos se reunían en el café Coca Cola para hablar de arte y poesía, y para conspirar contra el gobierno de turno.
La Avenida 4 de Julio, hoy Avenida de los Mártires, separaba a Panamá de Estados Unidos. El Instituto Nacional se encentraba (igual que hoy) en la acera del lado panameño. La juventud de entonces hacía esfuerzos por sacar el puñal del colonialismo de las entrañas de la patria. Añoro aquellos días de mi ya ida juventud.

¿Qué diferencias observa entre jóvenes de su generación y los de ahora?

Lo usual. Todos somos contextuales. Por esa la razón la tendencia es pensar que todo tiempo pasado fue mejor. La humanidad vive sumergida en una eterna y dialéctica crisis. No obstante esperamos que cada generación resuelva sus incertidumbres a favor de la vida como trataron de hacer las vanguardias estudiantiles de aquellas décadas.

¿Qué es “el progreso” para usted?

No podemos descalificar el progreso material. También importa. La sociedad de consumo devora a la humanidad. El modelo que la sustenta es intrínsecamente depredador. Su propósito no es elevar la condición humana sino degradarla. El hombre dejó de ser el animal que piensa. Ahora es el animal que compra. El progreso ha de ser humano, o no es.

Usted ha hablado de la cultura de pobreza. ¿Qué es la cultura de pobreza?

La cultura de la pobreza es una relación orgánica entre ricos y pobres. Al plegarse a la “ideología consumista” el hombre se enajena. Educado en el clientelismo parasitario, inducido para pedir, en el “dónde está lo mío”, deja de tener conciencia de sí para sí, y termina aceptando la riqueza y la pobreza subsidiada como lo más natural del mundo. Se empobrece doblemente.

¿Qué historia debería contar “la película” de la ciudad?

Debería contarse la historia sistémica de la pobreza. Es una condición que vive la ciudad de Panamá desde que se la fundara, hace 500 años. Hay información de sobra sobre el tema.

¿Cómo es la Panamá que sueña?

Insisto en calificar como terrorista al “consumismo” mental globalizado. La irracionalidad se propaga a través de todos los medios. La educación sería el mejor remedio para enfrentarla. ¿Pero qué hacer si todo el aparato educativo y comunicacional están tomados? Ahora los poderes fácticos cuentan con herramientas más sofisticadas y eficaces de un sistema basado en la irracionalidad.
Habría que hacer la revolución.