guardiana de la pollera

Norma de Testa

Autor: Daniela Truzman
Foto: Pich Urdaneta

Norma nació en 1934, en Las Tablas. Allí recibió la influencia de sus abuelos y tías que le mostraron a temprana edad la importancia de cultivar las tradiciones autóctonas de la región. Fue durante su juventud que comenzó a captar los conocimientos que años después aplicaría y divulgaría no solo en la capital, donde dirigió conjuntos folclóricos y ejerció la docencia durante 39 años, sino en diversos países del mundo en los que representó con orgullo el folclore panameño.

¿Cómo fue su acercamiento hacia el folclore y cómo desarrolló usted esa pasión?

Yo nací en un pueblo rico en manifestaciones folclóricas, en Las Tablas, que es la cabecera de la provincia de Los Santos. Allá, desde niña, nos enseñaron a amar las cosas nuestras, todas aquellas actividades del campesino. Crecí en casa de abuelos y de tías dedicadas a escribir, que les gustaba mucho una tejer, que adornaban polleras, primas que hacían polleras, en fin. Eso fue despertando ese amor por las cosas y sobre todo por su conservación que es lo que no hay hoy.

¿Por qué es importante que conservemos estas costumbres, especialmente en la capital del país?

La importancia de la tradición tiene que ver con la identificación, con la nacionalidad, con preservar nuestras costum-bres porque realmente eso es lo que se nos está perdiendo, todo ha ido cambiando, sobre todo en la capital. Nosotros tenemos también que buscar la manera de conservar nuestras cosas, nuestras costumbres y tradiciones, todo se ha ido cambiando y da mucho dolor saber que llegará el momento en el que no vamos a tener nada si no un simple recuerdo de lo que fue.

¿Cuál cree usted que es su legado?

Yo he luchado tanto, yo pienso que todavía hay personas que me oyen, que siguen los consejos, las muchachitas que estuvieron en mis grupos a veces me visitan, nos reunimos, en fin. Ya algunas son casadas, tienen sus niños, sus hijos, sus nietos, a base de esas muchachitas será que yo voy a recibir por lo menos el apoyo, la ayuda, para mantener las cosas como son porque aquí en cuanto a los gobiernos, eso es por gusto.

¿Cómo es la Panamá que sueña?

Esta ciudad ha cambiado totalmente, y los pueblos del interior también. Éramos personas muy sanas, muy comprensivas, muy humanitarias. Yo recuerdo que mi abuelita cocinaba en el fogón de leña, porque en ese tiempo no había ni estufa ni refrigeradora. Ella repartía lo que cocinaba con sus vecinos, y si se moría una persona íbamos al entierro, cumplíamos con los rezos, y en fin. Yo veo que todo eso se ha perdido. Ahora entre más grande es la muralla mejor vive usted, separado de los demás, no puede ser.