El baile que cambió una vidacómo

Iguandili López

Autor: Melissa Pinel
Foto: Eduardo Molino

La directora de la Escuela Nacional de Danza dice que empezó a bailar tarde: cuando entró a la universidad. Antes de eso estaba versada en bailes tradicionales gunas y en la secundaria bailó folclore por cuatro años, pero no fue hasta que conoció al maestro Armando Villamil que la vida le cambió: aprendió danza moderna, hizo una licenciatura en danza contemporánea en México, luego una maestría en danza con énfasis en formación artística en Costa Rica y un profesorado en educación en la Universidad de Panamá. Desde 1998 organiza todos los años un viaje con artistas de distintas disciplinas a Guna Yala, especialmente a su natal Aiglidub y, junto a su esposo, el coreógrafo Diguar Sapi, convirtieron la sala de su hogar en un espacio de reunión para artistas Dules de Panamá.

¿Eres la primera guna directora de la Escuela Nacional de Danza?

Yo soy la primera bailarina guna dedicada totalmente a la danza. Hoy es la primera vez que una dirección está a cargo de una guna o una indígena. Moravia Ochoa, una poetisa, me preguntó: “¿Cómo lo toma la gente?” y yo le respondí: “La sociedad evoluciona, Moravia, yo no sé”. Independientemente de que la gente diga lo que diga, yo estoy donde estoy y no tengo miedo porque sé lo que estoy haciendo. Cuando uno es indígena uno se siente en todas partes discriminado. Y la parte donde uno va a fortalecer es el conocimiento, la teoría. Yo dije, no puede ser: yo tengo que estudiar. Tengo que teorizar un poquito más.

¿Qué pasa cuando llevas la danza a la comarca?

El objetivo es motivar a la niñez. Que tengan la oportunidad de gozar otro tipo de arte. Los niños que están en la comunidad aprenden de su cultura, la danza guna, la música guna, todo. Pero no tienen la oportunidad de ver el ballet, la música clásica. No lo tienen porque no les llega. Ese es mi compromiso: que ellos tengan la oportunidad de conocer otro tipo de arte. La primera vez que ellos llegaron a ver el violín, ¡ay! Les explicamos vidacómo funciona y hasta llegaron a aprender a tocar, aunque sea los pollitos pío pío. Mi objetivo es motivarlos porque sé que algunos de ellos van a venir a la ciudad y cuando vienen a la ciudad por lo menos tienen la noción.

¿Cuál es la historia detrás de este espacio?

Para mí el arte es fundamental porque me cambió la vida. Entonces, abrimos este espacio para que la juventud tenga esa oportunidad. La gente de mi comunidad guna sabe que existe este local: vienen los poetas, los pintores, un grupo de danza, la Orquesta Dule. Los gunas somos artistas, definitivamente, hay muchos gunas que quisieran estudiar arte pero es tan difícil la parte económica.

¿Cómo es la Panamá que sueñas?

Panamá siempre ha sido diversidad de culturas, desde la conquista. Lo que nos hace falta es valorarnos. Yo siento eso. Porque tenemos todo: no tenemos que envidiar a otros países. A mí me gustaría ver que en mi país respetáramos la diversidad de culturas y que la enseñanza sea más enfocada a nuestra realidad, nuestra identidad. Que el arte sea la base de la educación de cualquier ciudadano, sea de El Chorrillo o de Pan de Azúcar. Me encantaría florecer verde, rojo, amarillo, de colores. Que la juventud, la niñez, tuviera la oportunidad de gozar con el arte. Yo ahí podría decir que me muero en paz.