El florecer de la ciudad a través de las letras

Eduardo Lince Fábrega

Autor: Moisés Jurado Briceño
Foto: Gustavo Ledezma

Eduardo Lince es un auténtico escritor. Su vocación por contar historias se impone ante el hecho ególatra de brillar por su obra. Su necesidad de escribir, según nos relata, nace de la riqueza que obtuvo al leer desde muy niño. De tanto recibir buenas historias, de leer los clásicos de niño y de joven como Christian Andersen, Agatha Christie o Edgar Allan Poe, se convirtió en un “transmisor” de relatos. Al principio se las contaba a sí mismo, y terminaba escribiéndolas en cuadernos. En aquellos años, de muchos escritores, también le impresionó mucho la obra de Rogelio Sinán. No fue sino hasta después de la caída del régimen de Noriega que se creó la fundación Brigada Civil Internacional, que a su vez creó el Centro Pro Democracia en donde trabajó activamente, que publicaría, en un suplemento que venía encartado en el diario La Prensa, sus primeros artículos. Con sus cuatro libros publicados en edición bilingüe, en inglés y español, lo demás sería historia, convirtiéndose en uno de los principales escritores panameños de literatura fantástica.

¿Cómo se ha presentado la ciudad de Panamá en su literatura?

Habiendo crecido en la capital, El Valle de Antón se presentaba como un escape en mi niñez y mi adolescencia, cuando íbamos de verano con la familia. Un lugar lleno de magia en aquel entonces, donde los lugareños creían en estos personajes del folclore nacional, como la Tulivieja o los duendes. Tenían sus historias y las contaban con sencillez y naturalidad. Como bien sabe, esto influyó muchísimo en mi primer libro El bosque escondido y en toda mi literatura. La ciudad de Panamá en la que yo crecí, sin embargo, era una ciudad distinta, mucho más tranquila, envuelta en los tiempos de “la patria boba”. Ese contraste, visto desde la evolución de la ciudad, sin duda ha afectado en todo lo que respecta a mi creación literaria. Con su desarrollo se ha vuelto una ciudad agobiante, que me llevó a buscar ese lugar paralelo que es El Valle de Antón.

En otras palabras, ¿los espacios de su literatura son un escape del espacio urbano?

En El bosque escondido, por ejemplo, hago referencias a ese espacio urbano, pues varios de los niños protagonistas de la historia vienen de la ciudad, mientras que hay otros que viven en el campo. Por lo mismo, hay una diferencia los primeros con los segundos, que continuamente están en contacto con la naturaleza. Sí, hago énfasis en cómo la ciudad ha ido creciendo y cómo el irrespeto a la naturaleza se ha hecho patente. Todo esto busqué reflejarlo en este libro y buena parte de mi trabajo literario.

¿Cómo ve usted la situación de la literatura actual en Panamá?

En Panamá hay de todo en lo que respecta a literatura. Se ha presentado la promoción literaria haciéndose un gran trabajo, pero hoy en día no es como antes. Sin embargo, hay un crecimiento de personas interesadas en formarse literariamente. Se están dando más talleres, más espacios para la formación: las personas se están acercando a esas oportunidades. Eso es bueno. Como todo gremio, siempre van a haber rivalidades. Yo siempre he procurado mantenerme al margen. No obstante, en escenarios como la Feria del Libro de Panamá se ve que hay mucha gente que ama la literatura. La literatura panameña está tomando su espacio, está creciendo. Cada escritor tiene su espacio, yo tengo el mío y creo que hay espacio para todos aquellos que se dediquen al oficio.

¿Cómo es la ciudad de Panamá que usted sueña?

Como una persona que ha vivido y ha visto, yo quisiera que fuese una ciudad más inclusiva, que sea de mente más abierta. Así como han querido proyectar una ciudad cosmopolita es hora de que nos dejemos de pueblerismos. Una ciudad con más equidad, donde haya mayor planificación en su crecimiento. Una ciudad con edificios más bajos al alcance para la población, donde se promuevan más los valores éticos y culturales. No quiero que nos volvamos una jungla de cemento: necesitamos promover más los espacios verdes y culturales.