Poesía y mamón chino

Corina Rueda Borrero

Autor: Luis Burón Barahona
Foto: José Yau

Dice Corina Rueda Borrero que todo es poesía. Que más que encontrar palabras sonoras y profundas, la poesía se trata de encontrar la belleza en la cotidianeidad. Su fórmula parece funcionarle, pues se ha convertido en una de las referentes de la poesía nacional. Ha ganado premios nacionales e internacionales y es autora de un libro de poesía. Los versos son su sangre y los mamones chinos, a los que se confiesa adicta, su fuente de confort.

¿Cómo entraste al mundo de la poesía?

Por mi abuela. Ella era chiricana y maestra. Me guardaba los periódicos infantiles y todo lo que podía, me leía poemas y cuentos, al punto que yo me los aprendía de memoria. Me gustó la poesía por los mensajes orales de mi abuela. A ella le encantaba Rubén Darío y eso era lo que crecí escuchando.

¿Qué te influencia como poeta?

De todo. Me gusta mucho la literatura panameña e hispanoamericana. Me gusta la nacional de antaño porque todavía se sienten esos intermedios entre la ruralidad y el urbanismo. Me encanta la tropicalidad, las frutas, la lluvia, los árboles, los olores. Yo recuerdo muchas cosas por los olores.

¿Qué tal es ser poeta en Panamá?

En una poesía, David Robinson habla de un joven que es poeta en una ciudad que odia, y creo que la cosa va por el otro lado. Hay que encontrar las bellezas en las cosas cotidianas. Lo difícil de ser poeta es no dejar de serlo. Aquí es muy difícil dedicarme únicamente a la poesía, y por eso soy abogada. Y mi profesión a veces contrasta con la poesía, porque no quiero de dejar se sentir indignación ni asombro. Hago lo que quiero y defiendo lo que creo.

¿Hay espacio para la poesía en Panamá?

Es la cenicienta de la literatura, pero todo el que escribe comienza por la poesía. Panamá tiene buenos artistas, pasan cosas nuevas e interesantes, hay espacios culturales, micrófonos abiertos. Ya no se trata del poeta melancólico sino lo que se impregna en las calles. Hace poco leí que hay muchos poetas y poca poesía. No es escribir por escribir, requiere de un trabajo, de una construcción. Somos el resultado de lo que vemos, escuchamos, compartimos. Hay que culturizarse. Hay que dejar de pensar que todo es poesía. Si bien el mundo es poético, hay que trabajar por un buen resultado. Es importante que haya grupos de poesía, pero falta la crítica entre sí, que es de lo más importante para crecer.

Fuiste parte de la antología Historia de Marruecos y Panamá desde la voz poética de sus Mujeres. ¿Cómo fue esa relación con la poesía árabe y africana?

Fue una ventana para conocer el mundo árabe, de conocer otras formas de poesía. En Marruecos trabajan mucho con las mujeres narradoras y se trabaja mucho desde el erotismo. Las mujeres marroquíes son muy fuertes. Es poderoso también que entiendan tus intenciones y tus sutilezas en árabe, que entiendan tu visión de la ciudad de Panamá, un lugar al otro lado del Atlántico. África es una fuente desconocida de poesía, más ahora que el mundo árabe se esfuerza por trabajar esos estigmas que hemos creado en occidente sobre lo que significa ser árabe, y que realmente no es así.