Las artes para transformar a los más jóvenes

Alba de Obaldía

Autor: Melissa Pinel
Foto: Pich Urdaneta

Artista polifacética y multitalentosa: sobre las tablas interpreta personajes, canta y toca instrumentos. Ha desarrollado proyectos de gestión cultural con organismos como el PNUD, Ibermúsica y la AECID y colabora frecuentemente con Teatro Carilimpia, muchas veces llevando el teatro a las calles frente a audiencias inesperadas. Asidua cuentacuentos, de Obaldía ha abierto un espacio cultural en Curundú donde la música le permite conectarse con los más jóvenes del barrio.

¿Qué te atrae de la actuación?

Durante cada proceso de creación me hago la misma pregunta ¿por qué lo hago? yo podría estar tranquila, en un trabajo regular, sin necesidad de exponerme y cuestionarme. Porque hacer teatro me obliga a mirar hacia dentro y hacerme cargo de cosas que no siempre quiero ver (de mí, del mundo, de nuestras relaciones interpersonales). No lo voy a romantizar: me incomoda terriblemente. Creo que lo que pasa es que no sé vivir de otra manera, soy poco funcional en otros ambientes…

¿Cómo es la experiencia de hacer teatro para niños?

Trabajar con chicos es demandante y al mismo tiempo maravilloso. Uno termina aprendiendo más de ellos de lo que ellos aprenden de ti. Te eliminan los humos, te obligan a estar presente y son el público más jodido. Si no les gusta algo, créeme que te lo van a decir. La energía que les ofreces la transforman y te la devuelven multiplicada por 100.

¿En qué consiste Ukuplena?

Eva de Icaza me invitó para hacerme cargo de la parte de narración oral de su proyecto de Canvas Urbano para el Fondo 500 años en Curundú. Realicé intervenciones todos los sábados en la comunidad, durante un mes, con todos los chicos que llegaban a las convocatorias. Así fue que entré al barrio. Yo canto y toco el ukulele en mis espectáculos y eso les volaba la cabeza, así que la música fue lo que nos terminó de conectar. Los chicos de Curundú son muy musicales, llevan el ritmo en las venas. Apenas terminamos el proyecto con Canvas, empezamos Ukuplena en la misma biblioteca. 30 niños, niñas y jóvenes se matricularon en un día.

¿Qué cambios viste en los chicos en ese tiempo?

Creo que lo más fuerte fue ver la reacción de uno de ellos cuando le dije que era talentoso. Es un chico que a los 12 años ya dejó de estudiar porque “no sirve para nada”. Decirle: “hey, eres buenísimo en esto, tienes buen oído musical, rapeas muy priti” lo incomodó tanto que me devolvió el instrumento y casi se va de la clase. El barrio es tan duro que que te digan algo positivo cae en lo anómalo. No saben cómo tomarlo.

¿Qué sucede cuando acercas expresiones culturales a comunidades donde escasean?

En un barrio rojo donde existe cultura de violencia, cualquier acto violento es una expresión de esa cultura. Si hoy le brindamos a los chicos herramientas de creación para expresarse a través del arte, todo ese enojo, tristeza y miedo, se pueden transformar en algo más. En protesta, en pertenencia, en liderazgo, en crítica. Al status quo le da terror esto porque se acabarían el clientelismo y la politiquería que los mantiene en el poder. Porque pondría en evidencia su mediocridad. A ellos no les da miedo un niño del gueto con un arma: a ellos les da miedo un niño del gueto inteligente y crítico.

¿Cómo es la Panamá que sueñas?

La Panamá que sueño reparte mejor su riqueza, tiene una agenda menos neoliberal y más centrada en la gente. Una Panamá en la que el Estado asume su compromiso de garantizar calidad de vida a partir del arte, la música y la buena educación. El Panamá que sueño piensa, crítica, propone, hace y deja hacer.