La mujer del talingo
Adrienne Samos
Autor: Corina Briceño
Foto: Gustavo Ledezma
Adrienne Samos lee y escribe. Ha escrito sus propios libros y ayuda a otros a hacer lo mismo. Lo suyo siempre ha sido jugar con las palabras, perseguirlas y ordenarlas. También le gusta el arte y la historia. Es traductora, cursó estudios de filología en el exterior, aunque confiesa no haber entregado la tesis por una cabanga que la empujó de vuelta a su país, Panamá. Desde ese momento no ha parado de hacer, creó el suplemento cultural Talingo que publicó el diario La Prensa durante una década. Fundó la organización Arte Panamá, ARPA. Es colaboradora y asesora de varias instituciones, produjo la primera edición del evento Ciudad Multiple City, da clases y talleres. Pero lo que más le gusta es tener la libertad de poder decir lo que piensa.
No estudió periodismo pero lo ejerció durante más de diez años
Trabajé 15 años en La Prensa. Alberto Gualde y yo fundamos Talingo, un suplemento de cultura que se imprimió durante diez años en el periódico. Allí hablábamos de todo, siempre con argumentos, porque es importante sustentar lo que uno piensa. No teníamos ningún tipo de censura. Nadie se salvaba. Fue un suplemento muy controvertido y con una gran comunidad de lectores. Incluso ganamos un premio internacional. La gente lloraba al leer las críticas, nos insultaban y se armaba el lío. Allí me formé como crítica de arte.
¿Tendría vida un suplemento como Talingo hoy en día en Panamá?
No. Tomando en cuenta la crisis que han vivido los medios impresos no pudiera mantenerse. Las revistas están desapareciendo. Ahora el criterio es enfocarse en algo más visual y trendy, influyen otras tendencias como por ejemplo la moda. No es fácil vender un producto cultural y hacer que sobreviva. A Talingo le redujeron las páginas, de 24 pasó a tener 16. Luego dejó de salir y recortaron el presupuesto, la sección de cultura desapareció.
¿Qué opina de la creación del Ministerio de Cultura?
Me parece muy bien, pero todo depende del presupuesto que le designen al organismo y las acciones que lleve adelante. La mejor manera de lograr que los recursos tengan impacto es involucrando a la gente, hay que escuchar a la comunidad, prestar atención a sus ideas, difundir las historias que ellos tienen que contar. Para mí esa es una de las funciones principales que debe cumplir un Ministerio de Cultura.
¿Cómo es la Panamá que sueña?
Es una Panamá abierta, que promueve el intercambio artístico, de ideas, de riquezas. Esa siempre ha sido la vocación de este país, desde antes que llegaran los españoles. Aquí se intercambiaron los mares, las especies animales. Su misión histórica es ser un centro de bienvenida, que recibe gente de todas partes del mundo, aunque muchos quieran promover el odio y la intolerancia. Somos un puente intergeneracional, interracial. Hay que cerrarle las puertas a los prejuicios. Quiero una Panamá que los invite a todos a participar y a dejar su aporte. Justo Arosemena, ilustre panameño, dijo una vez que la palabra “extranjero” no debería incluirse en el diccionario. Al fin y al cabo todos somos ciudadanos del mundo.