Desde las hormigas hasta la ciudad de Panamá

Román Flórez

Autor: Karin Caballero
Foto: Javier Sucre

Estudió arquitectura y es magíster en museología y gestión del patrimonio. Su desempeño profesional gira alrededor del arte, el dibujo, la docencia y la museografía. Su trabajo está influenciado bajo un lenguaje sensible, emocional y diverso, así como por su interés en el fenómeno que diferencia el ver del mirar. Ha participado como artista y colaborador en proyectos del colectivo Estudio Nuboso y en el Centro Cultural de España en Panamá. En el campo de la enseñanza y la investigación académica ha sido invitado como docente universitario en facultades de diseño en Colombia, Panamá y México, en donde también ha expuesto sus obras. Colabora como museólogo en proyectos culturales y trabaja en obra gráfica para sus proyectos artísticos y de ilustración editorial.

¿Recuerdas tu primer dibujo y lo que era?

Mi primer dibujo fue un montón de garabatos. Líneas superpuestas en muchos sentidos distintos dibujadas en el suelo de la casa de mis padres. Tienen un corredor muy largo y un piso de baldosas de color negro y blanco, sobre los cuadrados negros dibujaba con tiza blanca y en los cuadrados blancos con carbón. Disfruté así por mucho tiempo las tardes en mi ciudad natal, Cúcuta.

¿Cómo fue tu formación e inicios en el mundo de la ilustración?

Comenzó desde niño, todo me era dibujable: mis juguetes, las plantas, las cosas de la casa, en fin. Pero se formalizó en un laboratorio de química, cuando estudiaba biología. Me iba mal en todo, hasta en los descansos, pero mis bitácoras de laboratorio eran buenísimas. Todo indicaba que estaba en el lugar equivocado y me cambié a arquitectura, en donde dibujar es necesario. Desde entonces me dediqué a buscar un espacio para estudiar, leer y formarme sobre la relevancia del dibujo. Ahora dibujo a diario, religiosamente. Hoy hago ejercicio de mi profesión desde el dibujo y hablo a través del lenguaje del arte. Y, como cuando era niño, todavía lo dibujo todo: desde las hormigas hasta los nuevos lugares que conozco, incluida la ciudad de Panamá.

¿Hubo algo que te inspiró a ser museógrafo?

Un lugar y una persona. Cuando me mudé a estudiar a Bogotá descubrí el Museo de Arte del Banco de la República (hoy el MAMU), durante varios años vi cómo se transformaban sus salas de exhibiciones con cada show. Me parecía espectacular que un espacio fuera tan flexible como para permitir ser modificado según las necesidades, y lo más extraordinario era ver las reacciones de las personas en cada recinto: cuando el techo era muy bajo y los comprimía, cuando liberaban el cielo raso y se sentía la presencia del espacio vacío, cuando la iluminación hacia ver el espacio entrañable o conmovedor o cuando un simple muro pintado de rojo al final de un recorrido podía generar el mismo efecto de un imán sobre un puñado de alfileres. Yo estaba en mi segundo año de arquitectura, me acerqué a una profesora que luego se convirtió en una de mis mentoras y me explicó que eso que me maravillaba era provocado por el diseño museográfico. Desde 2005 comencé a formarme sobre el tema y hoy disfruto mucho cuando compruebo el poderoso mensaje que puede transmitir una experiencia a través de la museografía.

¿Cómo podemos hacer para que haya más concurrencia en los museos panameños?

Pienso que más allá de la concurrencia, el triunfo de un museo puede medirse cuando sus programas hacen parte de la conversación de la ciudadanía. Que cada institución diseñe experiencias que conecten con las emociones de su audiencia, que le permitan enriquecer su proceso individual de vida a través del aprendizaje, la reflexión, la inclusión, el asombro, el debate o la diversión. Cuando un esfuerzo realizado por un museo se menciona en casa durante la cena o una reunión familiar, en el trabajo con los colegas o en la escuela y motiva a otros a querer vivir esa misma experiencia, entonces el museo hace bien una parte de su trabajo. Hoy distintos museos y centros culturales están apostando con éxito por ser parte de esa conversación.

¿Cuál ha sido tu experiencia de trabajo más significativa?

Mi profesión desde la docencia, porque la oportunidad de motivar en otros el gusto por descubrir, por mirar y crear algo desde la simpleza del lápiz y el papel es inmensamente enriquecedor para el espíritu. No hay nada más emocionante que ver a una persona cuando abre los ojos de par en par y sin que diga nada uno sabe lo que está pensando: ¡puedo dibujar!

¿Cómo es la Panamá que sueñas?

Yo sueño a Panamá reverdecida y reconciliada con el medio ambiente: con el clima, con el mar, con el agua dulce, con la vegetación. Agradecida con la riqueza natural que le rodea y que se disfrute responsablemente de ese súper tesoro que está ahí frente a todas las personas.