guardián de las iglesias del Casco Antiguo

Ricardo Gago Salinero

Autor: David Alejandro Chacón
Foto: Gustavo Ledezma

El respetado empresario de ascendencia española casi siempre está sonriendo. Dice ser una personal humilde y que, por sobre todas las cosas, ama y defiende la tierra que lo vio nacer, Panamá. Desde 1997 está al frente de la importadora y exportadora Hermanos Gago S.A., que, en su rama, es una de las más importantes del país, y además es parte del Club Rotario. Sin embargo, es su responsabilidad como presidente del Comité Amigos Iglesias Casco Antiguo (CAICA), cargo que confiesa jamás esperó desempeñar, la que ocupa gran parte de sus días. Su gestión en el CAICA, que comenzó gracias al apoyo del arzobispo metropolitano José Domingo Ulloa, ha sido catalogada por las autoridades regionales como intachable.

¿Cómo llegó al CAICA?

Yo he tratado infinidad de veces de que mi jefe, en este caso José Domingo Ulloa, me explique de dónde él sacó la idea de ponerme al frente de este comité y solamente he tenido respuestas muy ambiguas. La teoría que tengo, es que como soy uno de los principales donantes del Museo del Canal de Panamá, estoy muy vinculado con el Casco Antiguo, él vio ese arraigo que tengo por lo nuestro.

¿De dónde sale el dinero para el mantenimiento de las iglesias?

De cientos de personas que confían en lo que yo soy, en mi nombre, mi reputación, y en el trabajo honrado. Una de las primeras decisiones que tomé cuando me dieron este cargo, fue que el dinero que donara cada persona iba a pertenecer para el santuario que lo entregara. Por ejemplo, en el Casco Antiguo nosotros tenemos seis iglesias y cada una tiene una cuenta de banco diferente para las donaciones. Esta estrategia busca que sea un proceso muy transparente. A eso hay que sumar el aporte invaluable que hacen los visitantes.

Siendo un cargo ad honorem y de tanta responsabilidad, ¿qué lo motiva a seguir ayudando?

Mi amor por la ciudad, mi amor por este país. Mis padres, ambos españoles que se conocieron aquí, me inculcaron el amor por lo nuestro y, sobre todo, el ser agradecido con esta nación que les abrió las puertas. Ese ejemplo, al igual que mis hermanos, lo tengo desde niño y siempre lo voy a defender.

¿Cuál es su meta al frente del CAICA?

Que las iglesias se mantengan abiertas porque son íconos de la ciudad, de todos los panameños y los turistas que nos visitan. Y cuando digo abiertas, es porque cuando llegué estaban casi todas cerradas, y de nada vale tener estructuras como esas que no estén en funcionamiento.

¿Qué propondría a las autoridades para que su trabajo siga mejorando?

La parte de las iglesias está muy vinculada a lo que sucede en el entorno del Casco Antiguo y el detalle de los estacionamientos, que es tarea titánica conseguirlos, nos ha perjudicado. Si tuviéramos un apoyo enorme del gobierno, que no es el caso, entonces pudiéramos actuar de manera más rápida con las restauraciones. Ese es un punto clave.

¿Vivimos en una ciudad religiosa?

Sí, por supuesto. No puedo hablar de un porcentaje específico de católicos, que es mi caso, pero en una visita que hice por más de 90 parroquias de la Arquidiócesis de Panamá corroboré la inmensa cantidad de personas que van a las misas. Por supuesto, tenemos multitud de religiones, pero la católica representa la mayoría sin temor a dudas.

¿Cómo es la Panamá de sus sueños?

Amigable con las personas más necesitadas. Donde los discapacitados cuenten con todas las comodidades y donde haya mucha vegetación con calles amplias y aceras amplias.