Referencia para conocer la historia de la música el cine y la literatura local

Mario García Hudson

Autor: José María Torrijos Legazpi
Foto: Eduardo Molino

Amante y conocedor de la música. Apasionado a rabiar del bolero. Melómano y coleccionista. Historiador de la discografía panameña, a cuya búsqueda le ha dedicado gran parte de su vida. Referencia obligada para cualquiera que desee contar sobre los sonidos del Istmo; sin embargo, su sabiduría no se limita a eso. Conocedor de la literatura nacional y del cine, historiador, músico, bohemio, escritor… humanista. Aunque a veces pueda desilusionarse, él siempre toma un aliento para aportar un poco más. Y es que, como siempre recuerda: “Panamá existe, porque resiste”.

¿A qué suena la ciudad de Panamá? ¿Qué sonidos te remiten a tu infancia?

Panamá siempre ha sido una ciudad de sonidos. De niño era común dentro del autobús escuchar el golpeteo de una moneda al respaldar de un asiento. Recuerdo el llamado de la persona que afilaba los cuchillos. Para tiempos de carnaval, el séquito que acompañaba al resbaloso con botellas y latas que producían música.

¿Qué lugar ocupa la música dentro de la vida de la ciudad?

La música es relevante para los panameños. En cualquier rincón de Panamá se escucha música. Esta es esencia y alma de un país, donde se canta y se baila. Artísticamente, las voces panameñas han rebasado lo local. Un primer y gran referente fue el tenor Alcides Briceño, cuya voz fue importante para la divulgación de corridos mexicanos, pasillos, bambucos, tangos, danzones, sones, marchas y de los aires musicales nuestros. Gracias a Briceño se conoció en el mercado estadounidense las primeras composiciones de Ricardo Fábrega.

¿Tienes algún episodio favorito de la historia de la capital?

Recuerdo cuando Ernesto “Ñato” Marcel conquistó el campeonato mundial de boxeo. A su llegada a la ciudad hizo el recorrido en un vehículo descapotable y la gente coreaba “Ñato”, dándole el recibimiento. Los niños del barrio corrimos detrás del vehículo, para dar la bienvenida al nuevo campeón de peso pluma.

Así como los episodios, ¿algún personaje de nuestra ciudad que recuerdes en particular?

Recuerdo a Maní Campeón, todo un personaje, cuando asistía a las distintas veladas deportivas a vender su producto, el maní. También al cantante David Watts, con su saco en mano, que vivía en el edificio 926 de Parque Lefevre, donde transcurrió parte de mi infancia. A Chaflán por la avenida Central y a la extraordinaria cantante Marta Estela Paredes, un ser excepcional y sencillo. Ella podía cantar todo lo que quisiera.

¿A qué suena la ciudad de Panamá de hoy? ¿Te agrada?

La ciudad se ha tornado más bulliciosa. Y ese bullicio tan anárquico no me agrada. Los sonidos actuales son más ruidos que melodías.

¿Qué lección nos dejan los 500 años de la ciudad? ¿Qué debemos aprender para crecer hacia el futuro?

El panameño aún sueña y tiene esperanza de que se le haga justicia. Es un ser de dignidad y de una enorme nobleza, pese a las embestidas que cada día tornan, por lo menos al hombre capitalino, más desconfiado. Resiste de forma sistemática, aún sin estar bien preparado para el combate. La ciudad en 500 años nos deja un balance positivo para unos cuantos, donde las mieles no son la merienda del grueso de la población. Crecer para el futuro significa resolver una agenda de país, en cosas tan básicas como salud y educación.

¿Cómo sueñas que puede ser la ciudad de Panamá?

Una ciudad equitativa. Con muchas tonalidades de verde y con espacios de ocio que no se reduzcan a una cancha deportiva. Quisiera que los que tengan talento para la música puedan vivir de ella. Igual con los artistas en otras disciplinas. Tener bibliotecas con mega estructuras. Que nuevamente los panameños dialoguemos amigablemente, aún sin conocernos. Que decir buenos días sea algo sentido desde muy adentro y no un formulismo y que las personas de más edad cuenten historias a los jóvenes.