trazos que remedian

María Camila Bernal

Autor: Isaac Melamed
Foto: Gustavo Ledezma

La obra de Remedios tiene una estética muy particular. Desde que llegó a Panamá, sus hojas, flores y animales se han ganado un lugar especial en el corazón de la ciudad y en el de quienes conocen su trabajo artístico. Detrás de los trazos de fauna y flora se encuentra María Camila Bernal, una colombiana que llegó al Istmo en 2010 para trabajar como diseñadora gráfica de una marca. Gracias a la aceptación que tuvo su trabajo en el país, decidió quedarse en el país.

¿Por qué Remedios?

Remedios es un personaje del libro Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, con el que me sentí identificada como a los 17 años. En esa época empezaron a surgir las redes sociales y este se convirtió en mi alter ego como artista. Luego me gustó bastante estar detrás de un nombre que no era el mío y la gente empezó a conocerme más como Remedios que por mi nombre. Me ha parecido lindo también el juego de palabras “remedio para…”. Es como un remiendo.

Entonces tu arte también se ha enfocado en este significado de tu nombre artístico.

Sí, un poco. Digamos que no cargo la cruz de tener que arreglar el mundo, pero me parece que a través del trabajo se remienda bastante. A través del arte hay mucho arreglándose, a través del arte se puede remediar el mal genio del día, por ejemplo. No es que lo he enfocado en su totalidad a eso, pero sí ha causado ese efecto. También los productos que de vez en cuando hago tienen ese nombre. “Remedios para la lluvia” son unas botas de lluvia, “Remedios para dibujar” son unos kits de dibujo. Me gusta el juego de palabras.

¿De dónde viene la inspiración para crear tus obras?

Mi obra está inspirada en la ilustración botánica. También en la época medieval más o menos, en la que había un auge del manuscrito, de llevar el conocimiento a través del papel como piezas únicas. Me parece que hay mucha magia en el escribir y en el dibujar. Está inspirado además en el art nouveau. Tuve la oportunidad de vivir un año fuera de la ciudad, en El Palmar y luego en El Valle de Antón. El Valle fue un punto clave para analizar mi trabajo y para transformarlo. Me recordó al pueblo en el que yo crecí, que se llama Villeta, que era muy verde y muy tranquilo.

¿Por qué es importante llevar el arte al espacio público?

Cuando uno lleva el arte a un espacio abierto, está haciendo una influencia directa en las personas que lo ven. Es importante que los niños lo vean para que se cuestionen sobre cómo se hizo y que de repente en medio de su ingenio sueñen con llegar a ser artistas el día de mañana. Creo que el arte público también sensibiliza a la gente. De repente si estás metido en un tranque en un día de extremo estrés y ves un mural, a lo mejor no te cambia la vida pero te alegra el día, te tranquiliza, te da otra perspectiva.

¿Cómo crees que la ciudad ha intervenido en lo que haces?

Panamá es una ciudad que crece muchísimo en estructuras, pero también la gente tiene un apego y un aprecio importante a la naturaleza. Tenemos el Parque Metropolitano en plena ciudad, que es un pedacito de paz y un pulmón vegetal. Me llama mucho la atención que las personas quieren más verde en su ciudad. Uno lo puede ver en los balcones. La gente quiere traer un poquito de esa naturaleza a su hogar.

¿Cómo es tu conexión con la ciudad de Panamá?

La ciudad me encanta porque es muy diversa. Amo poder comer en restaurantes de gente de todo el mundo y amo la diversidad que hay acá. Creo que es una ciudad culturalmente muy diversa y por eso me encanta. Me gusta también porque tenemos un panorama muy verde, a pesar de esta pared de edificios. La ciudad también está creciendo de manera muy positiva, porque está empezando a mutar a favor del ciudadano.

¿Cómo es la Panamá que sueñas?

Una ciudad donde se pueda caminar cómodamente, donde haya comercio local de gente que se especializa en lo que ama hacer, con buen diseño, donde el sistema público de transporte sea la primera opción, donde haya plazas públicas, centros culturales, escuelas públicas y de nivel superior. Donde el mar sea un aspecto vital tanto cultural como geográficamente. Una ciudad con más museos y bibliotecas públicas y menos centros comerciales.