La historia en los objetos

Manuel Rivera

Autor: Samantha De León
Foto: Javier Sucre

Manuel Rivera es biólogo y coleccionista de vocación. Heredó la pasión familiar por la memoria que cuentan los objetos. Se dedica a rescatar la vida social y política de Panamá en el siglo XX a través de iniciativas propias en redes sociales, la Asociación Numismática de Panamá, las ferias de coleccionismo, y como administrador la Casa Museo de la Fundación Ciudad del Saber.

¿Cuál fue tu formación en Panamá?

Empecé académicamente en ciencias, biología. Trabajé en biología hasta 2009. Como guía del Centro de Exhibiciones Marinas del Smithsonian Tropical Research Institute (STRI), tuve la experiencia de interpretar un lugar y brindar al visitante información que puede ser un poco complicada. Le agarré cariño a la atención del visitante e interpretación de lo que fuese: un paisaje, una escultura, la historia de un sitio. Y combiné la parte de ciencia con la historia de un lugar, como Amador. Esto siempre conectado a mi hobby personal: coleccionar y buscarles las historias a las cosas.

¿Qué colecciona la ciudad de Panamá?

Creo que experiencias, experiencias humanas. Somos un territorio por el cual han transitado muchas personas; y pegado a esas personas, han transitado distintos tipos de tecnologías, de estructuras sociales e industriales que, de una u otra forma, han definido la identidad del país. Esas experiencias se transforman en un producto material, o en más experiencias, como irte un domingo a X lugar por comida afroantillana. No es una colección material, pero es una experiencia que le queda al visitante o usuario de la ciudad y forma parte de su colección.

¿Qué historia de Panamá contarías y con qué objeto?

Recuerdo los lugares relacionados con la antigua zona del Canal, como Clayton, Curundú, Amador, Diablo. En los 90 encontrabas tirados en la calle toda clase de materiales que la gente había sacado de la zona y que daba vueltas por la ciudad: letreros, postes, ropa de las antiguas bases, libros, fotografías. Algunas veces íbamos al terraplén, este gran mercado negro de cosas que llegaban ahí de forma extraña y por algún motivo la gente compraba y vendía, incluso en el interior. La gente las sacaba, pero nadie las quería y se perdían, se botaban. Ahora veo, de forma más adulta y ordenada, que esos objetos son de la historia a la que estamos tratando de dar forma. (…) La gente trata de recuperar eso, viendo que forma parte de su historia, de su generación y de su país. Es como un pedazo de pastel mordisqueado por todos lados.

¿Cómo es la ciudad de Panamá que sueñas?

Una ciudad donde las cosas se respeten. El respeto lleva a la tolerancia. Una ciudad donde el respeto sea un pilar y el acceso a la información se dé, no necesariamente a través de un lugar o un museo, sino a través de experiencias. Si una persona quiere vivir la experiencia de ir a un lugar no turístico, que se pueda sentir tranquila al caminarlo y entenderlo. Gran parte del rechazo a cierta parte de nuestra historia es por ese conflicto que tenemos como ciudadanos: que no hemos sabido respetarnos entre nosotros. Eso al final trae como consecuencia que tengamos una historia muy segregada, que haya lugares que se pierdan, porque alguien arrasó con lo que había ahí, con la historia de ese lugar, que había sido contada por sus propios habitantes, y que no se no documentó. Lo que no documentas se pierde. La imagino como una ciudad en donde existe el respeto y donde las personas pueden vivir e intercambiar experiencias en diferentes formatos.