Emprender en el agro

Carlos Vargas

Autor: Karin Caballero
Foto: Gustavo Ledezma

Es especialista en manejo de recursos naturales y desarrollo sostenible de profesión. Agricultor por vocación. Estudió los sistemas de producción agrícola orgánicos como estrategia para mantener los terrenos productivos por más tiempo o indefinidamente. Creó el primer fertilizante orgánico, denominado Planta Feliz, mediante técnicas de lombricultura a partir de desechos orgánicos. Se considera un “emprendedor cabreado”, porque ha experimentado el duro camino de emprender en Panamá.

¿Cómo llegaste a Planta Feliz?

Después de ejercer mi profesión por 10 años, me di cuenta de que me estaba volviendo un burócrata. En mi mente siempre estuvo ser un agente de cambio y al ver que el peor enemigo de los bosques nativos es el agro y pensar en toda la basura orgánica que produce la ciudad, decidí detener la frontera agrícola y aprovechar los desperdicios. De esta manera resuelvo dos problemas, detengo la destrucción de los bosques y devuelvo a la tierra lo que nos produce.

¿Todos los ciudadanos somos capaces de producir la comida que consumimos?

Claro que sí, pero es un camino difícil. Primero hay que cambiar la ley que dice que toda actividad agrícola en un área urbanizada está prohibida. Pudiéramos sembrar frutas y vegetales en variedad y a la vez promover el intercambio, ya que siempre que cultives tendrás exceso para consumo propio y hasta serías capaz de vender. Esto sería un emprendimiento agrícola social que nos haría una ciudad más sostenible.

Además del fertilizante orgánico, ¿qué otros proyectos estás desarrollando?

Hemos crecido como ciudad, con cosas malas y otras buenas, como la revolución gastronómica. Ahora uno puede conocer al dueño de un restaurante y de ahí ha surgido idea de cultivar hongos y caracoles comestibles que aporten a esa evolución.

¿Qué otras ideas se pueden desarrollar como un emprendimiento agrícola?

Hay muchas cosas para hacer. Por ejemplo, un grupo de mujeres de alguna de las tantas comunidades vulnerables que tenemos podría cultivar hibiscus, lo que popularmente tenemos en nuestro patio como papo. Resulta que la flor de esta planta es comestible y si la deshidratan y empacan podrían venderla a la industria cervecera para darle sabor. Imaginen también cosechar café y cacao en Betania para venderlo a los restaurantes. Imaginen a Panamá dándose a conocer por cervezas hechas aquí con productos nacionales.

¿Qué nos falta para lograr todo eso?

Acabar con la burocracia que nos impide emprender. Sacar un producto al mercado con sus debidos procesos es tan complicado que agota. Lo digo por experiencia propia. También los locales para montar un emprendimiento son carísimos. Otro tema es rescatar la instituciones dedicadas al emprendimiento que solo está enfocada en barberos y chicheros. Aunque tampoco podemos esperar que el gobierno haga todo lo que necesitamos, como organización civil podemos tomar las riendas del asunto y después que la gobernanza apoye.

¿Qué otras cosas podríamos cambiar para que la ciudad emprenda?

Siento que la ciudad ha perdido lo vibrante que era económicamente, hay que diversificar los negocios. Pongo en comparación la ciudad de David, Chiriquí, donde vi un local que vendía monedas de colección. Aquí en la capital los altos costos de iniciar un emprendimiento hacen imposible que encuentres negocios tan interesantes.

¿Cómo es la Panamá que sueñas?

Una ciudad vibrante en su gastronomía y agricultura. Con menos o ninguna pobreza. Con personas cultas, practicando mucho deporte. Con ciudadanos que consuman más frutas y vegetales, para que se reduzcan los problemas de salud. Que la gente pueda agarrar un transporte público digno. Una ciudad que ya atendió los casos de vulnerabilidad con educación, que tome riesgos, rompiendo paradigmas y convirtiéndose en una de las más importantes del continente.