Entre Panamá y España

Fran Sieiro Benedetto

Autor: Karin Caballero
Foto: Eduardo Molino

Licenciado en Historia con estudios de doctorado en Historia de América en la Universidad de Santiago de Compostela en España y experto en Asuntos Migratorios. Se interesó en estos temas al ser hijo de inmigrantes españoles, de Galicia, España. Nació en Bocas del Toro y su padre fue uno de los fundadores del centro español de Changuinola. Ha trabajado en el Museo Valle Inclán y colaborado con el Archivo de la Emigración Gallega. Ha impartido conferencias, escrito artículos y participado en diversas exposiciones sobre la emigración española en Panamá. Es coautor del Libro Galicia en Panamá, Historia de una emigración y actualmente está escribiendo una obra relacionada con la emigración española en Panamá. Orgulloso de ser panameño y español y de poder contribuir al acercamiento y conocimiento sobre estos dos países hermanos.

Aunque es panameño, ha mencionado públicamente que se siente inmigrante ¿esto a qué se debe?

En realidad, es un sentimiento que tengo tanto en España como aquí en Panamá. Pasé mi infancia en ambos países y recuerdo que cuando estaba aquí me decían que yo no era panameño que me regresara a mi país y en España me llamaban panameño. Es decir, como dice la canción de Facundo Cabral: “No soy de aquí, ni soy de allá”. Sin embargo, es algo que le sucede a mucha gente y que en verdad a mí me enriqueció como persona ya que he tomado lo mejor de los dos países.

¿Fueron sus raíces las que lo llevaron a estudiar la inmigración española en Latinoamérica y en especial en Panamá?

En efecto, al vivir en primera persona el tema de las migraciones, siempre me interesé en su dinámica. En España, a partir de 1880, parte importante de su población emigró a América, sobre todo gallegos. Existen muchas publicaciones sobre la corriente migratoria hacia Cuba, México o Argentina, pero no había nada de Panamá, por eso me decidí a investigar sobre el tema, y me complace constatar e informar que hay mucho que decir sobre Panamá y España.

¿Cómo considera que influyó la inmigración de españoles, en especial de gallegos, en la cultura panameña?

Intuyo que, de forma positiva, fue un proceso de retroalimentación que benefició tanto a gallegos como a panameños. Y es que, al margen de los nexos culturales, religiosos y de lengua que nos unen, el inmigrante español en general siempre se ha adaptado sin problemas a las costumbres panameñas y vino con ganas de trabajar en un bajo perfil. Es curioso que hubo gallegos en los trabajos de construcción del Canal hace más de 100 años y ya el presidente Roosevelt los había calificado como buenos trabajadores. En la Guerra Civil, muchos exiliados españoles escaparon y se refugiaron aquí. Estos lo agradecieron brindando sus conocimientos y experiencia como profesores universitarios, médicos y maestros. De hecho, el presidente de la República, Laurentino Cortizo, posee ascendencia gallega.

¿Qué papel cree que juega la inmigración en general en estos 500 años de historia de Panamá?

Para lo bueno y para lo malo, si hay un país que debe mucho a sus migrantes y a su diversidad de población, ese es Panamá. Mucho se debe también a su historia y posición geográfica y se da la paradoja de que el panameño poco ha emigrado, pero siempre recibió a todo el mundo con los brazos abiertos. Chinos, españoles, afroantillanos, hindúes, musulmanes… en fin.

¿Cómo es la Panamá que sueña?

Sueño con que nunca dejemos de amar a nuestra urbe, ese sentimiento se tiene que incrementar, y ser conscientes de que hay muchos aspectos por mejorar, como en todas las ciudades del mundo. Creo en una ciudad más limpia, con menos ruido, más amable con la naturaleza, que no haya perros y gatos en las calles, con menos tráfico, más movilidad a pie y disfrutar de sus playas. Soy optimista, y sé que podremos vivir en una ciudad así.