El periodismo que reivindicó los Derechos Humanos

Betty Brannan

Autor: Daniela Truzman
Foto: Pich Urdaneta

Aunque nació en Boston por casualidades de la vida, la presidenta de la junta directiva del Museo para la Libertad y los Derechos Humanos es muy panameña. Regresó a su país a los cinco años de edad y luego partió nuevamente a Norteamérica para estudiar su carrera universitaria. Allí vivió por casi cuatro décadas. Sin embargo, la distancia no mermó el amor que la abogada y periodista sentía por su país. Una columna de opinión que escribió en el año 2009 dio paso a la construcción del único museo que cuenta la historia de la lucha por los Derechos Humanos en Panamá y dignifica a sus víctimas. Desde su apertura, una década después de aquel artículo, el museo ha recibido más de tres mil 500 visitantes.

¿Qué lugar de la capital tiene un significado especial para usted?

Mi casa, porque es una de las casas más viejas de Bella Vista. La construyó y diseñó personalmente mi abuelo, él fue arquitecto también. La familia Brannan Jaen Mendoza tiene más de 100 años viviendo en esa casa.

Fue corresponsal desde Washington por muchos años, ¿cómo mantuvo viva su conexión con Panamá estando fuera?

Me fui a la universidad en Estados Unidos, me casé con un americano y me quedé trabajando allá, pero yo seguía muy de cerca las noticias de Panamá. Me sentía muy unida a mi país y además quería ser periodista. Era abogada, pero quería ser periodista. En 1986, se me presentó la oportunidad de ser voluntaria para publicar un periodiquito panameño que circulaba de manera gratuita en Washington, se llamaba La Prensa Digest; eso me encantó porque me hizo estar cerca de Panamá. Después de que cayó la dictadura, pregunté en La Prensa si no necesitaban una corresponsal en Washington y me dijeron que sí. Entonces lo hice por 25 años.

¿Cómo es que un artículo de prensa terminó construyendo un museo para la ciudad?

Además de reportar noticias y enviar despachos, yo escribía una columna dos veces por semana. En una de esas columnas propuse un museo en la Avenida Balboa, en lo que era el terreno que ocupaba la embajada de los Estados Unidos en Panamá. La embajada se iba a mudar a Clayton y ese lote iba a ser devuelto a Panamá. La discusión pública era qué hacer con él y la gente proponía cosas muy comerciales. Yo dije: ¿por qué no hacemos un aporte cultural? Propuse un museo que se fijara en las violaciones de Derechos Humanos durante la dictadura. Fue una sola columna, una idea que me vino como un rayo, pero de esa pequeña semilla hemos ideado algo mucho más amplio, mucho más profundo: una historia de los Derechos Humanos de Panamá desde 1903, hasta el momento actual, siempre actualizándose. Un museo viviente y al cual le hemos agregado también otros componentes para tener una visión internacional de lo que son los Derechos Humanos. Todo eso empezó con una columna de domingo. Escribí muchas que fueron directo al basurero, pero hubo una que pegó.

¿Por qué es importante para Panamá que exista un Museo para la Libertad y los Derechos Humanos?

En cuando al edificio de Memoria, hay muchos museos de este tipo en muchos lugares, no solo en Latinoamérica. Hay un Museo de la Paz en Hiroshima (Japón) que cuenta la historia de las bombas atómicas que cayeron ahí, hay un Museo del Apartheid en Suráfrica, un Museo de la esclavitud en Liverpool (Inglaterra) así como museos sobre el holocausto en varios lugares del mundo. Resulta que todos los pueblos que han tenido algún trauma o un sufrimiento comparten una sed por dignificar a las víctimas, documentar lo que pasó y tomar lecciones para el futuro. Esa es una sed universal.

¿En esta ciudad se respetan la libertad y los Derechos Humanos?

Panamá no está mal visto en el plano internacional en cuanto a los Derechos Humanos, pero hay mucho, mucho, mucho por hacer. Ninguna nación tiene un récord perfecto. Incluso países grandes que conocemos tienen problemas de Derechos Humanos, Panamá no está exento de tenerlos.

¿Cómo sueña que puede ser la ciudad de Panamá?

Una ciudad donde se viva en paz, donde sepamos respetar los derechos de todos los demás ciudadanos y habitantes y finalmente: una ciudad que ame al mar.