Defensor del legado histórico
Ernesto Holder
Autor: Luis Burón Barahona
Foto: José Yau
La vida de Ernesto A. Holder siempre estuvo ligada la producción audiovisual histórica. Su abuelo paterno vino de Barbados con una maleta a comienzos del siglo XX y acá echó raíces; por su lado materno, vinieron desde Jamaica a construir el Ferrocarril. Su papá laboró como obrero en el Canal por casi 40 años. Después de varios años en el Grupo Experimental de Cine Universitario (GECU), comenzó su carrera profesional en el Canal de Panamá como especialista audiovisual y se convirtió, poco a poco, en el encargado de construir y proteger el legado histórico audiovisual de la institución al dirigir el programa de documentación histórica de la ampliación del Canal.
¿Cómo llegó al Canal?
Mi hermano iba a estudiar Medicina y me abrió camino en el GECU, en donde él laboró por algunos años. Yo quería seguir sus pasos en la Medicina, pero la experiencia en el GECU me cambió la vida. Me tocó vivir allí los últimos años de las Negociaciones de los Tratados Torrijos-Carter y participar de la documentación audiovisual con mis compañeros cineastas. Mis calificaciones de la secundaria sufrieron y la idea de la Medicina había desaparecido. Me matriculé en Comunicación Social en la Universidad de Panamá y en 1985 apliqué para una vacante de especialista audiovisual -editor de cine 16mm- en el Canal de Panamá.
¿Cómo pasa de audiovisual a documentar la historia?
Como venía de ese proceso documental en el GECU me di cuenta que había pasado al otro lado: a registrar los años de transición de los Tratados Torrijos-Carter desde adentro del Canal y de la empresa federal que lo administraba: La Comisión del Canal de Panamá. Eso en sí, era otro proceso de documentación histórica que dejaba evidencias de la transición entre dos países, dos culturas. Unos años antes de la reversión completa, me tocó ordenar el material audiovisual para ser trasladado a los Archivos Nacionales de los Estados Unidos, ya que eran considerados documentos oficiales del gobierno de los Estados Unidos. Desde entonces he sido insistente en el tema de mantener la documentación histórica como una prioridad institucional ya que se trata de la historia misma del país.
¿Fue complicado hacer entender el valor de documentar la historia?
Fue difícil y sigue siendo difícil. Para la ampliación del Canal de Panamá se fue ganando espacio poco a poco. Al principio éramos una equipo de seis personas y terminó siendo una gerencia de 20 profesionales con tres áreas: 1) fotografías y videos, 2) recolección de objetos y documentos y 3) el programa de historias orales. Este último fue el más complicado e interesante; establecer la confianza para que la gente conversara con nosotros fue el mayor reto.
¿Cómo nos afecta no tener una cultura de documentación histórica?
Es un mal de país. No se le da importancia a nuestro legado histórico. Hay reuniones de gobierno que ni se graban. He trabajado en un proyecto internacional para recuperar documentos de nuestra historia que se encuentran en otros lugares y países; eso permite entender los descuidados que hemos sido de alguna manera: en no tener políticas claras sobre la documentación y protección de nuestro legado histórico. Es importante que, viendo las cosas hacia adelante, resolvamos esos errores.
¿Cómo es la Panamá de sus sueños?
Un lugar en donde el Estado entienda el valor de la documentación histórica, su protección y divulgación a través de museos y centros de investigación y conocimiento. Que entendamos lo valioso de compartir los unos con los otros y nos tratemos bien. Que se represente nuestra multiculturalidad y se preserve bien para las futuras generaciones.