El historiador de la ciudad
Alfredo Castillero Calvo
Autor: Mónica Guardia
Foto: Pich Urdaneta
Alfredo Castillero Calvo, uno de los más importantes historiadores panameños, nació en Aguadulce, Coclé, en 1937. Se graduó del Colegio La Salle y posteriormente obtuvo una licenciatura en Filosofía e Historia de la Universidad de Panamá y un doctorado en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid. Fue catedrático de Historia de América de la Universidad de Panamá. Ha escrito más de 50 libros, entre ellos varios sobre la ciudad. Durante su larga y exitosa carrera ha recibido importantes reconocimientos, entre ellos su ingreso a la Real Academia de la Historia, en España, en 2014. Fue uno de los primeros hispanoamericanos en recibir este honor.
¿Cuáles fueron sus primeras experiencias relacionadas con la ciudad?
Soy un recién llegado a la ciudad. Nunca viví en el Casco Viejo sino en Bella Vista. De joven, solamente iba al Casco Viejo por la correspondencia. Para mí era un mundo extraño e incomprensible, una ciudad fea, descuidada, con zaguanes malolientes, marañas de tendido eléctrico, calles en pésimo estado y alcantarillados ruinosos. Fue en la década de los 70, siendo asesor del IPAT, cuando me involucré de lleno en su estudio y empecé a reflexionar sobre el hecho urbano, el significado de sus plazas y la vida cotidiana. Al ingresar en la Academia Panameña de la Historia, en 1978, mi discurso estuvo dedicado a la ciudad de Panamá y su trasfondo ideológico.
En sus profusos estudios, ¿qué hallazgo resultó para usted fundamental?
Uno de los momentos que yo llamo ¡eureka! estuvo relacionado con las viviendas. En aquel momento no se sabía cómo eran porque no había ninguna que hubiera resistido el embate del tiempo. Todo cambió cuando descubrí unos reportes del incendio de 1536 y fui notando que existía un patrón común: el edificio principal, la cocina, el patio con su pozo y aljibe y el cañón, donde vivía la servidumbre. Posteriormente, me encontré en los Archivos de Indias, en Sevilla, un dibujo que me permitió comprobar que era así.
¿Qué deberíamos saber los panameños sobre la ciudad de Panamá?
La ciudad de Panamá La Vieja fue el paradigma de todas las ciudades en América. Su fundador, Pedrarias Dávila, fue el primero en recibir instrucciones de los reyes para los asentamientos urbanos en el nuevo mundo. El modelo americano fue tomado de la ciudad de Santa Fe de Granada, que era en realidad un legado de la Grecia Clásica. Concebido por Fidias, quien fue comisionado por Pericles para crear un modelo de ciudad que fuera un ejemplo de orden y de poder.
Después de dedicar tantos años al estudio a la ciudad, ¿la ve de una forma diferente que el resto de la población?
Sí. Es inevitable. Visito con mucha frecuencia el Casco Viejo y cada vez que lo hago siento que es un viaje en el tiempo. Es una experiencia íntima y muy personal, de gratas evocaciones. Cuando observo sus casas y edificios cívicos o religiosos, en mi mente se atropellan evocaciones sobre cómo fui descubriendo sus secretos, las dificultades con las que tropecé durante mi investigación y la alegría que me produjo cada hallazgo.
¿Cuáles serían, en su conocimiento, las fechas clave de la historia de la ciudad?
Primero, por supuesto, el proceso fundacional. Luego, el gran incendio de 1737 y el de 1756. Ya en el siglo XIX, la eclosión del Gold Rush o la ocupación por los blue jackets norteamericanos en la década de 1880, de la que quedan registros fotográficos que publiqué en mi libro La ciudad Imaginada. Por supuesto, el año 1905, cuando se instaló el acueducto y gracias a los hidrantes se pudieron controlar por primera vez los fuegos con eficacia y se abandonaron los pozos y aljibes como fuentes tradicionales para el abastecimiento doméstico del agua.
¿Hay algún sitio de la ciudad que tenga un especial significado para usted?
El hoy Museo del Canal, antiguo correo y oficina administrativa del canal francés, y Gran Hotel de George Loew, fundado en 1875. Allí tuve oportunidad de ver nacer y crecer mi vocación museística. También tiene para mí especial significado el edificio presidencial, cuyos planos de Manuel Hernández descubrí en el Archivo General de la Nación en Bogotá a fines de la década de 1990.
¿Como es la Panamá que sueña?
Me gustaría que fuera un poco como Sevilla, u otras ciudades de Europa, como Delft, Haarlem, Leiden, Utrecth, donde se puede caminar y disfrutar de la belleza del entorno urbano.