La migración: fenómeno determinante de la vida de la ciudad

Ebrahim Asvat

Autor: José María Torrijos
Foto: Eduardo Molino

Ejemplo de la multiculturalidad que conforma Panamá: descendiente de musulmantes indios, cursó sus primeros años de escuela entre profesores americanos y docentes metodistas. También representa lo multifacético del panameño: es abogado, analista político, exdirector de la Policía Nacional, y expresidente del periódico La Estrella de Panamá y de El Siglo. Con un apellido que está cerca de cumplir un centenario en el Istmo, Asvat demuestra que esta ciudad es una tierra de oportunidades.


¿Cuál es su primer recuerdo de la ciudad?

Nací en la ciudad de Panamá. Soy santanero. Crecí en lo que se conoce como el arrabal de la ciudad. Allí convivíamos antillanos, chinos, indostanes, panameños de los sectores populares, los que vivían en cuartos con baños comunales, entre cantinas y comercios. Centro de las manifestaciones políticas, lugar donde se formaban los disturbios entre policías y ciudada-nos. El punto de reunión de la clase política panameña: el Café Coca Cola, el Salón Lindy, la Cafetería Gauchito o el Café Pepsi Cola; y, para asuntos mayores, cantinas como La Puerta de Oro. Mi cuadra era la de la avenida Central entre la Calle J y La Calle 17. Mi abuelo y mi papá tenían un almacén de artículos orientales.

Es nieto de musulmanes indios. ¿Cómo trata la ciudad a sus hijos de raíces culturales y religiosas distintas a las de las mayorías?

En realidad crecí sin saber qué era. Mi escuela primaria fue en el IPA del Malecón. Allí estudiábamos los que vivíamos en San Felipe, El Chorrillo, Santa Ana, Calidonia, Perejil y Bella Vista. Nos metieron allí por el inglés.Tanto el director como algunos maestros eran americanos.La escuela era metodista y nos llevaban a la iglesia que estaba a un costado del colegio a cantar cánticos religiosos. Lo único que sabía de niño era que me identificaban como “indio”, es decir, originario de la India. Pero nadie sabía nada de si era musulmán o hindú. En ese entonces el “cuco” de mi familia era Arnulfo Arias Madrid, pues a mi abuelo le tocó cerrar su almacén con la ley de comercio al por menor. Y eso que el Dr. Arias y su esposa de entonces, Ana Matilde Linares, eran sus clientes. Nunca le dieron los papeles para continuar hasta que un general gringo se apiadó de él y envió unos camiones militares para que se llevara su mercancía al “PX” de Kobbe en la Zona del Canal. Allí la vendió y terminó trabajando para los gringos hasta que tumbaron a Arnulfo en 1941. Cada vez que Arias participaba en unas elecciones, mi abuelo temblaba. Se hizo simpatizante de los liberales y, para ser verdaderamente franco, cuando se dio el golpe del 11 de octubre de 1968 se alegró. Le retornó la paz mental. Él sufrió con la Constitución de 1941 y vio a muchos extranjeros arruinarse por la calificación de inmigración prohibida o razas indeseables. Como si este país fuera ario o caucásico.

¿Cuánto conocía de la ciudad cuando ocupó la dirección de la Policía Nacional? ¿Cuánto llegó a conocerla para cuando dejó el cargo?

La conocía muy bien cuando ocupé la dirección de la Policía Nacional. Haber crecido en ella y haber interactuado con gente de diferentes clases sociales y etnias me dieron una ventaja que hasta hoy conservo. Quizás tuve la ocasión, durante ese período, de interactuar un poco más con lo que comunmente llamamos “la oligarquía panameña” o los “rabiblancos” y su esquema de pensamiento. Con los norteamericanos ya había aprendido tanto en la escuela metodista como durante mi año en los Estados Unidos en la Universidad de Harvard.

¿Es inevitable que las ciudades se hagan más inseguras a medida que crecen?

Depende del área dónde estés. El centro es seguro. Los suburbios populares son donde las incidencias criminales son mayores. Hay dos fenómenos delincuenciales: primero, los robos y asaltos a la gente, sus residencias y comercios; segundo, las bandas y el narcotráfico. Panamá es zona de tránsito de la droga colombiana. Los niveles de violencia en Panamá se incrementan por razón del consumo de la droga en los Estados Unidos.

¿Panamá sigue siendo un lugar para rehacer la vida?

Si volviera a nacer, quisiera volver a nacer en la ciudad de Panamá. Esta es la tierra prometida. Mi tío abuelo salió de Mumbai (Bombay) hacia Brasil siguiendo un letrero invitando a migrar a Brasil. De allá se fue a alguna isla del Caribe y allí le dijeron que había una ciudad donde corría el dólar americano y tenía muchas luces. Eso fue lo que lo atrajo. Pronto los Asvat cumplirán 100 años en Panamá.

¿Cómo es la Panamá que sueña?

Me gusta mi ciudad; pero siento que cada vez más los diferentes sectores nos distanciamos. La clase media en el centro, las clases altas en suburbios concentrados y los sectores populares en las afueras. Ya ese mix que se vivía en los años 40, 50 y 60 no existe. Creo que le resta al país esa constante retroalimentación que ayuda a conformar la nacionalidad panameña, la que impulsó en su momento la lucha contra el enclave canalero.