Transiciones que cambian vidas

Patricia Planells

Autor: Karin Caballero
Foto: Gustavo Ledezma

Más de 30 años de experiencia en banca y docencia. Es ingeniera industrial administrativa de la Universidad Santa María La Antigua y posee una maestría en administración de empresas con especialidad en finanzas de la Universidad Latinoamericana de Ciencias y Tecnología. Pertenece a la VI Generación del Central America Leadership Initiative del Aspen Institute. Es coach certificada y asesora financiera. Actualmente es directora de Capital Bank, de Óptima de Seguros y de la Cámara de Comercio Americana y es presidente y fundadora de la Fundación de Transición a la Vida. Pertenece al Comité de Damas del Club Activo 20 30, a la Fundación del Niño con Leucemia y Cáncer y es mentora de Voces Vitales.

¿Cómo surgió la idea la Fundación Transición a la vida?

Siempre me causó sensibilidad el tema de los orfelinatos y desde muy joven me uní a la Asociación de Amigas del Orfelinato de Malambo. Después de varios proyectos, hace casi 20 años, me solicitaron apoyar a tres chicas que se graduaban y querían independizarse del hogar que les dio albergue. Yo trabajaba como profesora en el Instituto Bancario así que las matriculé en un curso de cajero y en menos de un año estaban contratadas. Pensé que sería una tarea fácil, sin embargo, una de ellas robó y fue despedida, otra quedó embarazada y dejó el trabajo y solo una aún trabaja y ya tiene casa propia. Me percaté de que no bastaba con proveerles trabajo y una beca universitaria. Se requería un programa que desarrollara sus habilidades personales. Reflexioné sobre la forma más efectiva de reinsertarlas a la sociedad de forma integral y fundamos Transición a la Vida, gracias a la Iniciativa de Liderazgo Centroamericana. Ahora se les brinda a todas esas chicas el apoyo personal y profesional que necesitan para independizarse y convertirse en personas de valor para la sociedad.

¿Cuál es el objetivo principal de la fundación?

Proveerle a las jóvenes que viven en orfelinatos u hogares sustitutos las herramientas académicas, psicológicas y espirituales para que puedan conocerse, encontrar su talento, desarrollarlo y emprender una vida sana y feliz independiente del hogar que los crió.

¿Cuál es el principal reto de este proyecto?

Desarrollar lo que se conoce como resiliencia. Algunas de las brechas académicas y psicológicas de los jóvenes son tan grandes que les cuesta, inclusive, soñar. Además, tienen un sentimiento muy fuerte de abandono por su historia pasada y solo un programa de acompañamiento intensivo y amoroso los puede ayudar.

¿Cómo podría Panamá mejorar el tema de inversión en educación?

A mi concepto, la educación tiene que ser un tema de estado que trascienda gobiernos. Tiene que haber mediciones claras del desempeño a través del tiempo para determinar si están siendo efectivos. Hay que actualizar los planes escolares, nuestros estudiantes del siglo XXI, estudian con un currículo del siglo XX en instalaciones del siglo XIX, es difícil que en un futuro puedan competir en el mundo global que les espera. Por último, desarrollar y motivar a los profesores que son actores importantísimos en el proceso.

¿Existe la inclusión en nuestro país?

Sí existe, pero nos falta muchísimo por implementar. Si hasta en las escuelas privadas se dan casos en que los profesores no cuentan con las herramientas para apoyarlos. Imagínense lo difícil que es implementar un programa de inclusión en las escuelas públicas. Creo que hay todas las intenciones, pero se necesita capacitar a todos los docentes y personal directivo sobre el tema y actualizarlo periódicamente con las últimas tendencias.

¿Cómo es la Panamá con la que sueña?

Una ciudad donde haya oportunidades para todos y todas sin importar sus edades y culturas. Que la educación brinde las herramientas necesarias para que las personas puedan cumplir con todos los sueños que se propongan.