El Comedor de Belén
Belén Rivas
Autor: Melissa Pinel
Foto: José Yau
En Felipillo, en el corregimiento 24 de diciembre, hay un casa, modesta y acogedora, donde no hay cabida para las luchas de pandillas ni para la violencia. Es el comedor de la abuela Belén, un santuario donde los niños y jóvenes de la comunidad tienen el almuerzo asegurado y donde Belén Rivas encuentra orgullo en tener siempre la despensa llena. Rivas, una señora cariñosa de 71 años de edad, en ocasiones ha gastado su jubilación para contar con alimentos suficientes para el almuerzo del día. Cada joven que logra encaminar en la ruta correcta es una victoria que hace que el esfuerzo valga la pena.
¿Cuándo comenzó el comedor?
Comenzó en 1991. Tiene casi 27 años. No quedaba aquí, quedaba en la parte de atrás (de Felipillo) pero, ¿qué pasaba con la parte de atrás? Había muchos problemas de balacera. Entonces yo pensé, si los de aquí no pueden ir para allá y los de allá no pueden venir para acá entonces escogí este terreno y lo puse en un área neutral. Ya no hay ese problema y aquí estamos más tranquilos.
¿Qué necesidad vió en la comunidad cuando usted empezó el comedor?
Yo era dirigente de la comunidad, apoyando a las personas. Conocí al licenciado Gerardo González y de ahí comenzamos a trabajar juntos por las calles, la luz y el agua. Aquí hay muchos niños de bajos recursos. He tenido que ver, que me llamen y digan: “¿Belén que estás haciendo? Sal” y cuando salgo los veo muertos. Me les quedo mirando y se me salen las lágrimas porque crecen y ya quieren andar también en cosas malas.
¿Qué pasa con los jóvenes del área?
Muchos están en riesgo social. Si tú les inculcas que este caminito estudiando van a conseguir de todo ellos se meten eso en la mente. Pero si tú no lo inculcas ellos van a coger otro camino. Es más fácil, pero yo les digo: en este otro camino están dos cosas presos o muertos. A los niños hay que inculcarles que todo lo que hay en la vida, carros, casa, si tú les inculcas que van a conseguir todo pero estudiando y les enseñas valores ellos poquito a poco lo entienden. Pero si tú no los ayudas, si no dices nada, piensan que van a conseguir esas cosas robando porque eso es lo que ven en la calle. Aquí los martes se les da su comida y en la noche viene el cura, se les da la palabra de Dios, se les inculca los valores.
¿Cómo es la Panamá que usted sueña?
La Panamá que yo sueño… ¿tú no has visto que antes decían la juventud del mañana? Ahora se está viendo que los viejos son los que van a durar y la juventud toda se está yendo. Van a ser los viejos del mañana porque la juventud casi todos los están enterrando. Todos los días se oye: 14 años, 17 años, 16 años, los mataron. Quisiera que se acabara eso. Lo he visto que en vez de bajar ha acrecentado más. El Panamá que yo quisiera sería ver que estos niños que van creciendo, verlos graduados, verlos estudiando, verlos decir: yo me crié en un área roja pero tuve quien me diera la mano. Porque muchas veces dicen “tienes que hacer algo” pero, ¿cuántos lo ayudan? Quisiera que la sociedad les dé la oportunidad, que se enfoquen más en los niños, que les den oportunidades. En esta área roja hay personas buenas y hay niños que están pidiendo que se les dé una oportunidad.