La economía conviviendo con las luchas sociales y una visión humanista

Mariela Arce

Autor: José María Torrijos
Foto: Eduardo Molino

Estudió Economía; sin embargo, su nombre siempre se ha asociado a luchas sociales y la reivindicación de los grupos minoritarios y las clases populares. Desde el fallecimiento, en 2011, de su esposo, Raúl Leis Romero, a causa de una negligencia médica, tomó como suya la lucha por servicios médicos humanitarios y de calidad, así como la aprobación de una ley que sancione la mala praxis en los servicios de salud y proteja a las víctimas. Chiricana de nacimiento, habitante de la ciudad de Panamá, y enamorada de la belleza y tranquilidad de Taboga, donde pasa muchos de sus fines de semana.

Usted es de Boquete; pero ha hecho gran parte de su vida en la capital, ¿cómo recibe la ciudad de Panamá al migrante interno?

Puede ser muy dura y salvaje con el migrante interno; si no tienes a nadie que te acompañe en su conocimiento y cultura urbana la pasas mal. Es compleja y diversa no solo como espacio físico; sino culturalmente. En la ciudad se observan todas las contradicciones y riquezas sociales, políticas, económicas, culturales, espirituales. Si vienes del campo -donde todos se conocen, donde nadie te niega un vaso de agua-, la vas a encontrar egoísta, racista, maleducada, materialista; pero tienes que proponerte conocerla, romper los miedos, hacer amistades de todos los colores y sabores para tomarle el gusto, para disfrutar de ella y sus bellos e interesantes lugares. Las ciudades se viven en colectivo, no aislados.

¿Se puede hablar de una sola ciudad de Panamá? ¿Cuántas ciudades tenemos?

Esta ciudad siempre ha tenido varias ciudades, en la época de la colonia había el intramuros y el extramuros. Luego creció con las olas de trabajadores migrantes del ferrocarril y luego con trabajadores del interior y de otros países para la construcción del Canal. Es imposible decir que existe una sola ciudad. Nuestra ciudad no creció de manera normal en círculos concéntricos, planificada; creció como una culebra bordeando la zona del Canal y, en la medida que los negocios se iban expandiendo, dando valor a los paisajes marinos y coloniales. Se ha ido expulsando a la población de los barrios hacia las afueras, hacia la cola de la culebra. Hay una ciudad cosmopolita, llena de centros comerciales; una ciudad de los barrios históricos; una de los barrios interioranos; otra de los grupos migrantes, otra de los pueblos originarios que intentan reproducir su comunidad, otra de los migrantes y desplazados por crisis políticas. Todas conviven de día y de noche, se combinan en coyunturas políticas y culturales.

¿La ciudad es más respetuosa y justa con la mujer que antes?

Se han realizado esfuerzos para generar espacios públicos que permitan a las mujeres tener espacios de recreación y encuentro social. También el mejoramiento del transporte público ha permitido que tengan más tiempo con sus familias y para desarrollarse. Sin embargo, persiste la cultura de violencia machista y feminicida, la violencia en los transportes públicos, el acoso callejero y la falta de centros de cuidados para los hijos y padres mayores de mujeres trabajadoras.

¿Con cinco siglos de existencia, la ciudad de Panamá ha vencido las desigualdades?

Hoy, esencialmente, ha aumentado la segregación y exclusión social. Ahora cada vez más gente vive en la cola de la culebra. En la cola de la serpiente, en los barrios pobres, encuentras más bodegas, inseguridad y basura. Se repite en pleno siglo XXI, de otra manera, el intramuros y el extramuros.

¿Cómo es la Panamá que sueña?

Más humana, con ríos vivos atravesando la ciudad, con playas urbanas limpias y de acceso público y gratuito, con centros interculturales para las distintas poblaciones; con seguridad y transportes eficientes y no contaminantes, donde se puedan ver las estrellas. Sueño con tumbar los muros de desigualdad y establecer ciudades sanas, democráticas en el uso de espacios públicos y resilientes.