Tan refrescante como un raspado

Julio Mendoza

Autor: David Alejandro Chacón
Foto: Eduardo Molino

Los raspados son un símbolo de la ciudad. Son perfectos para palear el agobiante calor de la capital panameña. Los hay de distintos sabores y Don Julio Mendoza Montes, tiene los mejores desde hace más de 15 años. Con trato cordial y afable se ha ganado el respeto en su área de trabajo, el Casco Antiguo, principalmente en la Plaza Francia. Con una sonrisa contagiosa recibe a cientos de personas diariamente. No se atreve a hacer un cálculo de cuántas, pero subrayó que su “carrito” genera lo suficiente para costear todos sus gastos e incluso ayudar a sus hijos. 1.50 dólares es el costo del raspado regular y hay que sumarle un extra de 50 centavos si lleva malteada. Para asombro de muchos, acepta, además de efectivo, tarjetas de crédito y débito.

¿Por qué su raspado es el mejor de la ciudad?

Eso nunca lo he dicho yo. Eso lo dicen los clientes y pienso que es porque le pongo mucho amor a lo que hago, aparte de un estilo especial de preparación.

¿Estilo especial único en la ciudad?

Seguro que sí. No les voy a decir cómo es porque ese es mi gran secreto. Eso me diferencia de los demás. La clave de todo es el trato. Si se trata bien al cliente y se le ofrece un buen producto, van a regresar, te van a buscar. Así es que funcionan las cosas.

¿El sabor que más le piden?

Todos por igual, pero si tengo que escoger uno entre varios, tengo que decir el de coco. A la gente le gusta mucho. Yo mismo preparo los sabores y verifico que todo se haga con los mejores productos.

¿En qué se parece esta ciudad a un raspado?

En su ricura, en su sabrosura. En la cantidad de colores y en que le gusta a todos. Esta ciudad es especial, tal cual como es un raspado en medio de un fuerte y desesperante calor.

¿Orgulloso de la ciudad?

Yo diría que me siento orgulloso de mi ciudad. Por este país que me vio nacer hace más de 60 años, yo doy cualquier cosa. Si mi trabajo es ser raspadero, pues desde aquí seré el mejor y seré ejemplo para los visitantes que poco a poco han ido entendiendo de qué se trata este producto tan tradicional.

Recorre muchos rincones de la ciudad ¿qué es lo que más le atrae?

La gente y el aprecio que te brinda. Los chistes, las risas. Eso es muy típico de acá. Yo puedo estar muy cansado, pero sé que llego a compartir con la gente, panameños y extranjeros, y me recargo de energía para seguir trabajando y aportando a esta ciudad.

¿Qué le regalarías a la ciudad por sus 500 años?

Mi cordialidad para recibir a los visitantes, mis ganas de seguir trabajando. Mi ejemplo de que se pueden hacer las cosas bien sin dañar a nadie. Y que cumpla muchos años más siendo así, siempre hermosa.

¿Cómo es la ciudad de tus sueños?

Una ciudad 100 % limpia y muy bonita. Una ciudad con gente más curiosa y sana para que el entorno en el que vivamos sea mucho mejor. Tenemos que buscar que se cree un sentido de pertenencia por lo que tenemos. Esta ciudad es mágica y sinceramente no la cambio por otra.