Primera mujer en presidir el Consejo del Sector Privado para la Asistencia Educacional

Dacil Acevedo

Autor: José María Torrijos
Foto: Eduardo Molino

En Panamá es donde esta argentina echó raíces. Incluso escogió este territorio para que su hijo creciera aquí. Durante los más de tres lustros que lleva en esta ciudad, ha llevado su mensaje de responsabilidad, sostenibilidad y respeto a todo aquel que lo quiera escuchar. En una ciudad que se caracteriza por sus desequilibrios, esta consultora lucha a diario para cambiar las cosas. Y, como decía Bertolt Brecht, esos son los imprescindibles.

Antes de que vivieras aquí, ¿cuál era tu concepto de la ciudad de Panamá?

Conocía a Panamá por su gente -tanto porque me tocó conocer panameños en eventos internacionales, como porque me tocó venir por trabajo-, mucho antes de que pensara que me quedaría a vivir aquí. Mi imagen era de un pueblo alegre y noble que vive un día a la vez, sin hacerse mucho drama (especialmente para mí que vengo del sur, donde la vida se vive también con intensidad pero con mucho drama). A Panamá siempre la vi como unaciudad pequeña pero con vocación internacional, muy dedicada al comercio y que, sin embargo, también rescata mucho sus tradiciones folclóricas. Hace 17 años vivo aquí y puedo decir cómo la he visto transformarse a una urbe más cosmopolita con mucha más oferta cultural, gastronómica y de espacios públicos en los últimos años.

La ciudad de Panamá es la capital del segundo país más desigual de la región, ¿el siglo XXI puede darle la vuelta a la historia de 500 años?

La desigualdad y la pobreza es derrotable con voluntad política, con líderes éticos y responsables y con una ciudadanía empoderada que se sienta corresponsable de esta lucha, que es de todos. “Primero la gente” nos dicen [los economistas] Amartya Sen y Bernardo Kliksberg. ¿Es tan difícil? Ese debería ser el mantra antes de tomar cualquier decisión en el sector público y privado. La transformación empieza por casa.

¿Cuán responsable es la sociedad capitalina?

La responsabilidad social pasa por las decisiones que tomo cada día en mi vida personal, familiar, comunitaria, profesional y como ciudadano; que tienen un impacto en el entorno y en el territorio. Creo que cada día la sociedad capitalina es más consciente de sus tesoros; pero falta mucha cultura del autocuidado y de autorespeto. El manejo de la basura es falta de ambos. La contracara de ello es que esta es una sociedad que se activa ante desastres y que tiene la oportunidad de hacer de la solidaridad y del cuidado del medio ambiente –no sólo de la rentabilidad económica– una ventaja competitiva desde la competitividad responsable.

¿Cómo influye la ciudad en el respeto a los Derechos Humanos?

La ciudad es una imagen de la sociedad en la que vivimos y puede tener un impacto muy grande en hacer docencia ciudadana en el territorio, que es donde se ve el impacto de nuestras acciones. Hay muchos consumidores, pero pocos ciudadanos. Debería ser una aspiración común de los habitantes de la ciudad que todos sientan que son sujetos plenos de derechos, que son ciudadanos plenos –tanto aquellos que viven, como los que residen y quienes pasan por aquí–. Falta mucho entendimiento aún y por ende exigibilidad de los mismos. La desigualdad se traduce en el desigual acceso a la justicia y respeto a los derechos de los más vulnerables de la sociedad. Pero, como dijo el papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud, Panamá es el hub de la esperanza. Por eso no la pierdo.

¿La ciudad se presta para que un extranjero diga: “Este es mi hogar”?

La ciudad de Panamá es de puertas abiertas, y yo me sentí en casa desde el primer momento. Es una tierra de
encuentros y diversidad. No es un “crisol de razas”, como se dice, es un mosaico que funde e integra lo mejor de cada una de las culturas que aquí conviven. La combinación es fabulosa y única y de allí que convivimos en paz. Sin embargo, hay que cuidar esta maravilla, porque la ola xenófoba azuzada por líderes populistas e irresponsables está en crecimiento y ganando adeptos como nunca había visto. Yo soy muy feliz en Panamá y puedo decir que tengo una vida plena en todos los planos. Por eso, tengo un compromiso con la ciudad y el país de devolverle todo lo que me ha dado, desde el voluntariado y desde la docencia.

¿Cómo es la Panamá que sueñas?

Sueño con una ciudad donde todos podamos disfrutar de una prosperidad compartida, aquella de la abundancia de los peces y las mariposas que le dio su nombre. Sin desigualdad y con oportunidades para todos. Una Panamá sostenible ambientalmente, socialmente inclusiva, y económicamente competitiva. Una Panamá donde uno pueda dejar legado y mi hija que hoy tiene tres años pueda realizar su proyecto de vida, sea cual sea, con felicidad y plenitud.